miércoles, 15 de julio de 2009

Pintando la vida

Aldana se había pasado la vida cuidando de la familia. De la que tenía en su propia casa y de la de afuera. Entre ollas y escobas había formado su mundo. Se levantaba con la misma oscuridad con la que se acostaba. Preparaba desayunos. Almuerzos. Cenas.
No había tiempo para siestas, pues su prima enferma desde hacía años la esperaba para una o dos horas de lectura. Su vista no le permitía deleitarse con relatos mágicos. Sólo Aldana podía ayudarla en eso y en muchas otras cosas.
Las tardes la encontraban exhausta. Dolorida por el paso de las horas y el cansancio que le regalaba la rutina. Pero nada era más reconfortante que esperarlo a él. Su marido la amaba, aunque no lo demostraba fácilmente.
El la incitaba a liberarse. Trataba de sumergirla en cosas diferentes. Pero debía hacerlo sola. El no tenía el tiempo para acompañarla. Sólo podía guiarla. Y fue así como la pintura la atrapó. Mimetizada con un lienzo y un pincel empezó a crear. Imaginó mundos inexistentes y los plasmó en la tela.
Fue tal su pasión que ya nadie pudo sacarla de la pequeña habitación. Todo se redujo a sus cuadros, pinceles y colores. Había vuelto a olvidar su vida.

2 comentarios:

Walden dijo...

Me gusta esta historia circular.
Walden.

Gabriela Moreno dijo...

Walden cuando una empieza a observar y a escuchar historias nota que hay varias de este tipo.
Gracias por tu comentario.