miércoles, 8 de julio de 2009

¿Las madres añosas somos más miedosas?

Es la pregunta que nos hemos hecho varias cuarentonas con niños pequeños. Somos las que pensamos cada vez más como nuestras madres y utilizamos, casi sin pensarlo, los refranes que hemos escuchado cientos o miles de veces. Más vale prevenir que curar. Para muestra sobra un botón. No hay mal que por bien no venga. Más vale pájaro en mano que cien volando. Y con ellos vamos enfrentando las distintas situaciones que la vida nos propone.
Alguien me decía que vivir con miedo es como estar muerto. Pero, a veces creo, que el miedo en una medida justa nos puede llevar a ser precavidas. Sin embargo, cuánto de razón tendremos y cuánto de ella nos llevará a sentirnos raras.
Mientras decidimos no enviar a la guardería a nuestros hijos por prevención, para evitar convertirnos en víctimas de la gripe A, dueña de la mayoría de los programas de televisión, medios gráficos y radiales, a la vez, sentimos culpa de ser tan protectoras.
Y mientras otras mujeres van con sus hijos al súper, a las plazas y al parque, nosotras nos ponemos más inquietas que los chicos para mantenerlos entretenidos. Y mientras los perseguimos con el jabón para lavarles las manos, otras nos compadecen tratándonos de paranoicas. Y cuando así nos sentimos, tratamos de bajar un cambio, porque nos damos cuenta de que si la gripe no nos mata lo hará la taquicardia. Esa que nos produce el pensar que no podemos con todo, pero lo intentamos. Esa que nos genera cada comentario negativo.
Y buscamos salidas. Buscamos escaparnos un rato de la perfección. Y es ahí cuando aparece lo que te sube las defensas. La risa. El juego. La esperanza; esa que nos quitaron los que nos tienen que cuidar.

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