lunes, 13 de julio de 2009

La rubia que nunca estuvo, pero se dejó ver

Esta es simplemente una historia. Una más. Sin sentido. O con. Recolectada entre otras tantas.
La mujer esperaba la llegada de un amigo en la entrada de un edificio. Las ramas de los árboles tapaban las farolas de la calle. Se hacía tarde. El tránsito estaba pesado.
Al fin llegó. Una rubia lo acompañaba. De cabello lacio. Impecable. De dientes perfectos. La miró fijo y le sonrió como diciendo "perdón por la demora, ya llegamos", a través de la ventanilla del viejo Ford.
Se quedó algo retraída. No la conocía. O tal vez sí y la había olvidado.
Su amigo bajó del coche y le dijo:
-Perdón. ¿Hace mucho que esperás?
-No, un rato. Nada más.
-¿Subís por las cosas?
-Bueno. ¿Pero vas a dejar a tu amiga en el auto?
-¿Qué amiga?
-La rubia que viene con vos.
Cuando giró la cabeza no había nadie. Ni dentro ni fuera del viejo auto. Pero, jamás, nunca, olvidó su cara. Menos aún su sonrisa y su cabello.

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