viernes, 28 de agosto de 2009

La mala educación

-¡Victoria podés venir!
-Ahora no, estoy viendo un video con Dany.
-Pero, por favor, te necesito.
-¡Esperá!
-No me trates así, sólo quiero hacerte una pregunta.
-Te he dicho que cuando estoy con mi novio no me gusta que estés en el medio.
-Pero no estoy en el medio, no encuentro la camisa blanca...
-Y yo qué sé dónde está.
-Pero mamá, tengo que usarla para...
-¡Te he dicho mil veces que me digas Victoria!
-Perdón mamá.
-Grrr, ¡Victoria, nena, Victoria!

Me estoy convirtiendo en...

Me sorprendo a mi misma diciéndole a una amiga: nada es porque sí, y toda experiencia suma, nunca resta. Entonces mi mente hace clic y comienza el autoanálisis. ¿Si no resta, por qué a veces tardo tanto en digerir ciertas cosas? Tal vez para llegar a la frase dicha. ¡Por Dios –pensé-, (aunque lo tenga presente sólo en situaciones desesperantes, en las que ruego que exista), me estoy convirtiendo en... en... Y no encontré la palabra. Entonces, pensé si alguien podría ayudarme a hacerlo.
La primera intención fue agarrar el teléfono y llamar al hombre con quien comparto mi vida hace casi siete años. Con unos cuantos de convivencia, seguro me ayudaría a descifrar en qué me estoy convirtiendo. En todo este tiempo ha notado, aceptado, rechazado, celebrado, disfrutado o registrado los cambios.
Estiré la mano y me detuve. Y si lo llamo y no me gusta la respuesta. Y si me lleva a lo que estoy pensando de mí misma en este preciso instante. Si apunta a: en una mujer madura que está en edad de sentir que puede dar consejos porque todo un... bla, bla, bla, bla. O lo que es peor, en una sabionda criticona que necesita dar consejos para no escuchar los que ella misma precisa. O en el mejor de los casos: en un ser filantrópico.
¡Oh my God, necesito un analista! Me levanté atropellándome la vida y pasado el mediodía, después de un mensaje cálido a una amiga, soy una mezcla de Osho practicando yoga con Nacha Guevara leyendo a Cohelo.
Tomé coraje y marqué. Que afortunada fui. Nadie respondió. Entonces volví a tener la certeza de que sólo dije la frase porque para mí es real. Nada más relajante que relajarse.

El hombre que habla de mujeres

Hace unos días me llegó un mail de una mujer de esas que da gusto conocer. Copió y pegó una nota de un samanario colombiano, en la que un periodista hace un elogio a las mujeres bravas.
Se los dejo. Es largo. Pero leíble.
http://www.semana.com/noticias-opinion/elogio-mujer-brava/68331.aspx

Mal bicho, todos te dicen que sos...

Pía Ar siempre lograba acaparar la atención. No era ni la más llamativa, ni la más inteligente, ni la más destacada. Pero sí la más informada del grupo. Siempre tenía alguna novedad. Siempre sabía algo. Y si no, lo inventaba.
Quizás eso era lo que la hacía estar, permanentemente, rodeada de otras mujeres. Al principio entusiasmaba con su charla. Después daban ganas de seguir escuchando cómo continuaban sus historias. Hasta que llegaba el momento en que alguna pasaba a ser parte de ellas. Y Pía Ar lograba su cometido. Armar revuelo. Nunca se supo por qué disfrutaba con ello. Tal vez estaba en su naturaleza.
Hacía y deshacía cómo quería. Lo curioso era que aunque todas empezaban a darse cuenta de su juego, lo seguían jugando. Enfrentarla, costaba algunas lágrimas y resquemores posteriores. Pero ella seguía su sendero, yendo y viniendo, dejando huellas, como si sembrara espinas.
Si habrá armado revuelo esparciendo plumas por todo el gallinero. Podría haber sido la rival perfecta para Cruella De Vil, pero ella no estaba allí para enfrentarla.
Algún día cambiará pensaron muchas, aunque comenzaron a observarla con más cuidado. Algún día algo o alguien la pondrá frente a su yo interior y saldrá su mujer real.
Eso nunca sucedió. Pía Ar tiene todo lo que siempre quiso. Y quizás más. Excepto amigas.

martes, 25 de agosto de 2009

¿Quién es esa chica?

Era el último mes de cursado del último año en la Universidad, que por cierto nunca terminé. Bajaba las escaleras pensando en que no llegaría a buscar unos apuntes a la fotocopiadora, cuando un amigo de la adolescencia tropezó conmigo. No le pegunté qué hacía allí. No era su lugar habitual. Tampoco me dio tiempo. A segundos del saludo lanzó la pregunta: ¿Quién es esa chica? Recuerdo que me reí, por dos motivos. Uno: estaba lleno de chicas. Y dos: el flaco estaba a punto de casarse con una mujer más que linda e interesante.
Cuando me la señaló, descubrí que había puesto sus ojos en alguien a quien efectivamente yo conocía. Entonces develé su incógnita. "Dale, dale, presentámela". En lugar de hacerlo, me transformé en la jueza del caso. Cómo iba a hacer algo así, si él estaba a punto de pisar el altar. Si la mujer a la que miraba estaba casada. Si conocía a sus respetivas parejas.
Busqué diez mil formas de negarme. Y lo hice. Pero quién era yo para impedir la concreción de un deseo.
De no verlo en años, pasé a cruzármelo a diario y siempre con el "dale, dale...". Después de varias cansadoras jornadas, con aquel amigo torturándome el oído, opté por dejar de ser la idiota que pensaba en consecuencias y verdades. Simplemente, sin emitir sentimientos ni pensamientos, decidí dar mi sentencia: "Arreglátelas vos". Estaba más que claro, ¿quién era yo para impedir o cumplir un deseo?

viernes, 21 de agosto de 2009

Dime tu nombre y te diré...

Madres y padres suelen ser muy meticulosos a la hora de elegir el nombre para sus hijos. De hecho, recuerdo que una amiga, Marcela, me comentó una vez que se había tomado el trabajo de pensar en cuántos diminutivos derivaría el nombre de su bebé. No quería cargar con las gastadas cuando el niño llegara a la escuela primaria.
Fue tan contundente en su razonamiento que hasta me hizo dudar sobre los nombres que yo había elegido para mi propio hijo.
Pensé en las opciones y pronunciaciones. Y recordé aquella vez en que una mujer, a la que había entrevistado varias veces, hizo referencia a vivencias especiales en relación a su nombre, Ludovica. Pero no caben dudas que la Squirru supo, sabe y sabrá llevarlo muy bien. Es ideal para ella.
Entonces no quedaban dudas de que cada ser es portador de su personalidad, más allá del nombre.
Hace unos días, comenté esto a una mamá joven, que decidió llamar a su nena Romina en vez de India. ¿Por qué no lo hiciste? le dije, sacando a relucir toda mi filosofía. Su respuesta fue muy sencilla: “Yo me llamo Flor y te juro que hasta el día de hoy no me lo banco”.
Seguí la charla diciendo que los nombres relacionados con la naturaleza o la vida tienen su propia fuerza. Luna, Sol, Abril, Azul, Celeste, Rosa e incluso el suyo.
No pude decir nada más cuando afirmó. “Claro, yo de chiquita, para los demás, era Florcita; luego, en la primaria, para mis afectos, fui ‘mi querida Flor’. En la secundaria pasé a ser ‘Floooor de mina’ en las conversaciones masculinas; y cuando me separé, pasé a ser ‘Flor de loca”.

Maldito photoshop

Cuando veía fotos de las mujeres de antaño, usando trajes de baño que les llegaban hasta las rodillas, pensaba: Que cosa horrible. Pobres, ir a la playa con tantos vuelos y tapadas hasta media pierna. (Actualmente, sólo he visto hacer eso a algunas gitanas, que hasta se meten al mar con pantalones).
Pero hoy en día, cuando vuelvo a toparme con alguna de esas viejas fotografías pienso distinto. Que felices serían. No se hacían ni medio problema. ¡No importaba la celulitis!
Maldito photoshop, si no hiciera magia en centenares de revistas mostrando colas, piernas y panzas perfectas, ninguna tendría que empezar a preocuparse en primavera por la llegada del verano. Las mujeres y esa manía que tenemos de estar espléndidas, aunque en el fondo sabemos que no todo es posible.
Bueno, al fin y al cabo, cada cual es como es y al que no le guste que no mire. Y si miran no debería importarnos. Dejé los pensamientos sobre el maldito photoshop y las fotos de Paparazzi y me lancé a ver un poco de televisión.
Vaya maldita suerte. Ahí estaba la promoción del instituto que en siete días, usando el súper gel, te deja como nueva. Entonces, cambié de canal. Tal vez un poco de chusmerío del espectáculo me sacaría el tema de la adiposidad de la cabeza. Y ahí estaba, el conductor de programa de chimentos mostrando a la chica con el aparato de electromusculación pegado a las caderas.
Busqué un canal sobre viajes. Y ahí estaba, la tanda, con la venezolana poniendo sobre sus piernas una especie de sopapa masajeadora, para sacar la celulitis.
¡Basta ya!, me dije. Me voy a dar una vuelta y de paso consigo un poco de alcohol en gel, antes que se venga el rebrote de la gripe A. Entré en la farmacia y, adivinen, ahí estaba, el exhibidor con la crema. Sí, la crema anticelulitis. Y volví a pensar en que bien la debe haber pasado mi abuela y en el maldito photoshop.

jueves, 20 de agosto de 2009

Qué bueno ver el Martín Fierro desde casa...

-¿Qué hacés negra?
-De allá para acá, sin terminar ni una cosa ni la otra...Es que me acosté tarde.
-¿Salieron?
-No. Me quedé viendo la entrega de los Martín Fierro. Creo que es la primera vez que veo la transmisión sin tener que escribir algo para un laburo.
-¿Y eso es bueno o es malo?
-Y, es más relajado. Te distraes si querés o no.
-Yo vi un poquito. No daba más de sueño. Quería ver cómo le iba al Mike Amigorena.
-Y era una fija. Lo que no me gustó mucho fue el peinado. El dijo que el jopo de Pells era inmundo u horrible. No me acuerdo. Pero me gusta más que los rulos.
-Y el moño que se puso...
-Ideal para él. La que me pareció un espanto fue la Lobo.
-¡No, si fue la mejor vestida!
-¡Qué mejor vestida! Parecía una hawaiana camino a la playa. Dejá de embromar. Había minas con toda la pilcha encima.
-Y Susana un poco demacrada, ¿viste?
-Dicen que estaba mal porque uno de sus perros preferidos estaba enfermo. Y pobre viene con una racha... A Mirtha la llenaron de premios.
-Si, que linda estaba la nieta...
-Hermosa, es muy parecida a ella. Pero no pudo disimular su cara de embole cuando la nona la hizo subir al escenario. Pobre no le gusta figurar.
-¿Cómo que no, si anda con el escándalo de Gaudio?
-Ah, sí, decían que está embarazada. Pero Nacho lo desmintió. Che al que se lo veía medio cabizbajo era a Tinelli.
-Y otro que tiene un año pesadito. Pero no se quedó atrás tirando palos para Telefé.
-Y la cara de Su, cuando le hicieron el homenaje. Encima Claudio Villarruel muy paradito aplaudiendo, justo él que vendría siendo quien pone a la diva en pantalla, ¿no?
-Que raro que estuvo Tinelli y Suar ni ahí.
-Los que sí estaban eran el Chato Prada y Federico Hope, y eso que decían que Marcelo les estaba buscando un reemplazo por el bajo rating.
-Sí el que me cansa un poco es el figureti de Larry, siempre está frente a la cámara.
-Che volviendo a Mike, viste cuánta gente se creyó que le daba un piquito a la Peterson, si hasta los de Primicias Ya lo pusieron, y era otra mina.
-Es cierto y encima cuando ganaron el premio a mejor comedia o algo así, ni se saludaron, cada uno subió por su lado.
-Lo que no entendí muy bien es que hacía la Cirio ahí, ¿estaba ternada en algo?
-No tengo idea, y la Antonópulos se había puesto el placard encima.
-Bien, daba para la ocasión.
-Me encantaron los Diegos, Ramos y Rainhold.
-¡Divinos!
-Y el señor de la noche...
-Jorge Marrale
-Sin dudas, Marrale.
-Lástima que me perdí la primera parte.
-Ay yo también. Pero no te hagas problema. Hay repeticiones todo el día.
-Uy es re tarde, tengo diez mil cosas que hacer. Te dejo.
-Es cierto. No llego a ningún lado.
-Chaucito.
-Te llamo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La “vasito de agua”

Le decían la “vasito de agua, porque no se le niega a nadie”. Lo que ellos no sabían era que ella simplemente buscaba saciar su sed. Y podía verlos medios llenos o medios vacíos. Y tenía la capacidad de completarlos o de beberlos a fondo seco.
No buscaba otra cosa que calmar su necesidad de afecto y eso le costaba un apodo. Poco le importaba. Sabía que llegaría el momento en que se darían cuenta de que los verdaderos “vasitos de agua”, eran ellos.

Esa amiga del alma...

-No tenés idea de lo que significa este laburo para mí.
-Vos no te preocupes. Pasame tu vitae y el plan de trabajo que se lo dejo al jefe sobre su escritorio.
-¿Te parece?
-Pero claro nena. Vos no te preocupes.
-¿No será mejor que me presente o que le pida una entrevista?
-No te lo aconsejo. Vive a mil. Mejor yo te doy una mano.
Al día siguiente, Andrea había llevado su carpeta de antecedentes y proyectos a la casa de su amiga. Sin dudas, que ella la pusiera en un lugar visible de la mesa del jefe parecía una buena idea.
Pasaron algunos días y no tuvo noticias. Llamó a su amiga:
-¿Y, sabés algo?
-Tenés que esperar Andre. Conseguir un laburo ahora no es fácil.
-Si pero la ansiedad me devora. Ni siquiera viste si tomó la carpeta...
-La verdad que no. Pero, calma todo llega.
Andrea estaba fascinada con la idea de trabajar en una revista de actualidad. No sólo le permitiría tener un sueldo, sino también insertarse en el medio.
Ya habían pasado más de dos semanas y no tenía noticias. Su amiga tampoco. Entonces, decidió relajarse y seguir con sus traducciones de inglés, que algo le aportaban.
Con los ojos rojos de tanto leer, decidió abrigarse y salir a dar un paseo. La lluvia comenzó a meterse entre sus ropas y la humedad a penetrarla. Buscó refugio. Sólo encontró el techito del puesto de diarios y revistas. Se sacudió un poco el pelo. Levantó la vista. Y ahí estaba. Su tan costoso proyecto. En primera plana. Con la sonrisa de su amiga del alma.

viernes, 14 de agosto de 2009

La hija del novio

Rosario no podía superar los objetivos en la clase de Inglés. No sólo le costaba, sino que no lograba entablar una relación alumna-docente que le permitiera salir adelante, entender un poco más. Cada día se producía un pequeño cortocircuito entre ambas.
Y por más esmero que Rosario pusiera en sus intentos por pronunciar mejor, la profesora no le dejaba pasar una. No quedaban dudas de que se verían varias veces más terminadas las clases.
La chica, cansada, empezó a odiar el inglés. La profe era cada vez más dura con ella. "No es así. Tenés que estudiar más. Tu pronunciación no es buena". Ya no había escape. Ni feeling. Nada.
La alumna empezó a faltar al colegio los días que tenía idioma. Casi hasta quedarse libre. Entonces decidió hablar con sus padres.
"No la aguanto más. Trato de entender. Le pido que me explique y no consigo avanzar. No me gusta. No quiero verla. No la soporto. La odio", decía mientras su madre intentaba bajar su nivel de ansiedad. Y, su padre, en silencio, como en otra dimensión pensaba, "vos la odias y yo la amé tanto".

jueves, 13 de agosto de 2009

La felicidad en zapatillas

Durante años pensé tener la felicidad subida a un par de zapatos con tacos. Las manos mejor cuidadas. Las uñas, largas, impecables, los rulos desenfadados de brillo por los reflejos dorados. Nunca una imperfección que tirara abajo mi mundo perfecto. Ni una arruga en la ropa. Menos aún salir a la calle, aunque fuera hasta el quiosco, sin maquillaje.
Que equivocada estaba. Hoy en día, mis uñas se quiebran. Las canas comienzan a aparecer. Las ojeras se marcan y, sin cubrirlas, muestran la falta de horas de sueño; pero ya no por las reuniones sociales, sino por responsabilidades maternas. La ropa se arruga de tanto jugar con mi hijo pequeño. Y hasta se llena de pelos por pasear con mi mascota.
Antes corría con tacones. Quién sabe en busca de qué meta. Hoy es el turno de las zapatillas, sin desesperarme por subir un peldaño más. Sin tratar de encontrar respuestas, me llevan, simplemente, a pequeños y grandes momentos de felicidad.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Celos de la primera novia

“La última no me importa”, me dijo Lucía en relación a la ex de su novio. “La que me jode es la primera. Está siempre ahí. Porque los primeros amores nunca se olvidan. Por buenos o por malos que hayan sido.
“Cuando no es una foto, es una canción y cuando menos te lo esperás sentís el frío que te corre por las venas al escuchar su nombre.
“O no conocés la frase ‘siempre se vuelve al primer amor’. Aunque sea con los recuerdos, las anécdotas, las búsquedas a través de Facebook o las reuniones con amigos de otros tiempos, eso sucede”.
No había pensado como ella. Hasta que encontré un largo relato sobre la amistad, la portada de un disco en blanco y negro, y una voz grabada, que algo borrosa por el paso del tiempo me decía: estoy lejos y hace tiempo, pero estoy.
No es que esté del todo de acuerdo con Lucía. Pero en parte tiene razón.

lunes, 10 de agosto de 2009

Si ladran Sancho, señal que cabalgamos

Todas pensamos diferente. Y en las diferencias suelen cobijarse la crítica, la adulación, el engaño, la envidia, etc., etc., etc. El mundo femenino es maravilloso. Siempre habrá algo para comentar.
Si algunas mujeres nos mantenemos en silencio, somos criticadas. Si hablamos, también.
Si nos expresamos demasiado somos unas charlatanas insoportables. Si lo hacemos menos, sumisas o ignorantes.
Si no estamos a la moda o no poseemos determinadas costumbres somos "grasas" (término patético, para diferenciarnos de quienes marcan tendencias, subidas en el carruaje de soy la mejor). Si tratamos de sumarnos, seguro seguimos siendo "grasas".
Si no nos arreglamos, por el motivo que sea, somos dejadas. Si nos arreglamos demasiado somos superfluas, ridículas, desubicadas, gatos, payasas, etc., etc., etc.
Si asomamos la cabeza por encima de otra con aires de reina somos chirusas. Si la escondemos somos nadie.
Si no nos destacamos en el trabajo somos inútiles. Si nos destacamos somos la amante del jefe.
Si tenemos una buena idea, seguro se la copiamos a alguien. Si no la tenemos, somos huecas.
Blanco o negro. Negro o blanco. En algún momento pertenecemos a alguno de los dos bandos. Y bue... si ladran Sancho, señal que cabalgamos.

viernes, 7 de agosto de 2009

Más vale mujer honrada

Fernanda cumplió 41. Tiene un trabajo de medio día, en el que gana 1.600 pesos. También, una carrera universitaria y buena presencia. Un marido y dos hijas, pequeñas. Una abultada cuenta hogareña, sin sumar aumentos y sin pensar en extras.
Por eso pensó en buscar la forma de generar otro ingreso. Quiso hacer algo que no la alejara más tiempo de su casa. Y se puso a planear con sus amigas.
-Las tartas no me salen mal, ¿Qué tal un servicio de viandas?
-Umm, es muy sacrificado. Todo el día en la cocina y sin parar de lavar platos.
-Tengo una amiga a la que no le va mal vendiendo chales que teje a dos agujas...
-Pero vos tenés escoliosis y te gastarías la plata en analgésicos. ¿Por qué no vendés cosméticos?
-¡Ni loca! No sé vender. Además, te sale más caro el collar que el perro, siempre te tentás con todo.
-Che y si miramos los clasificados del diario...
-Dale, que tonta, no lo pensé antes. Hace tanto que no busco trabajo.
-Por ahí hay algo.
-Veamos. Acá hay uno para secretaria de un consultorio médico.
-Sí, pero dice hasta 35 años, buena presencia, manejo de PC.
-Bueno, yo doy justo.
-No nena. No das los 35.
-Yo llamo.
-No das.
-Bueno, sigamos buscando. “Aumente sus ingresos vendiendo lencería...”, “Venda joyas por catálogo”.
-¿Quién compra joyas por catálogo?
-”Se necesita señorita para acompañante”
-No das...
-Debe haber algo. “Para privado. Buenas ganancias”.
-Umm
-¡Umm, qué!
-Pensándolo bien, lo de las tartas no estaba mal.
-Es cierto, como decía mi abuela: para ser put@ y no ganar nada, más vale mujer honrada.

"Planchate el traje"

Me reí junto a las demás cuarentonas (y cuarentones) cuando le hicieron el típico chiste a la que ya había pasado los cincuenta, después de comentar que alguna vez iría a una playa nudista. "Che, si vas planchate el traje". Detrás de las carcajadas o muecas burlescas quedó la anécdota. Pero delante de mis ojos un espejo imaginario.
En quince o veinte años seremos otras las que tendremos que pensar en nuestros "trajes". A menos, claro, que no nos interese o que la genética o la cirugía plástica ayuden.
De repente, mi mente se había quedado en otro lugar. Estaba justo donde debía, en el momento indicado, pensando qué tan afectada se sentía por el envase que la contenía. Le temo a las cirugías pensaba. Pero ayuda la genética. Sí, a los cuarenta. Pero qué a los cincuenta, a los sesenta y a los setenta. La respuesta estaba servida como postre de la cena que compartíamos. Sólo hay dos opciones. Tratar de planchar el traje o simplemente vivir sin esperar las risitas socarronas.

El niño en sus ojos

Dicen que todos tenemos un niño en nuestro interior. Algunas personas lo dejan salir de forma extrovertida. Juegos. Carcajadas. Exaltación ante descubrimientos sorprendentes. Otros tratan de ocultarlo. Creen que dejarlo aparecer derribará todo el esquema construido durante años. Ese que les permite vivir en un tiempo y espacio que nada modifica. Que, cual pared invisible, no genera desconcierto ni temores.
Y ella encontró ese niño en el hombre. Ese que a través de sus ojos quería escaparse. Un pequeño que se asomaba en la mirada y luchaba por salir de su escondite.
Ella trató de recuperarlo. Pero se hizo difícil.
Sin embargo, cada vez que lo percibe, extiende su índice para señalarlo. “Ahí está. Lo estoy viendo”, dice. Pero el hombre no puede verlo. O no quiere.
Ella sospecha que, algunas veces, él lo invoca. Lo disfruta. Lo libera o lo silencia. Pero no lo deja ser. Sin embargo, cada vez que esto sucede, en silencio surge en ella la niña de sus ojos.

jueves, 6 de agosto de 2009

Los niños y los borrachos...

Mi hijo comienza a marcarme defectos. Y eso no es nada, lo más grave es que empieza a compararme con su novia. Si a sus tres años ya quiere imponerme sus gustos, tendré que tener en cuenta distintas opciones. O me llamo a silencio. O me hago la tonta. O tengo en cuenta eso de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
-Mamá tenés las lolas muy grandes...
-(silencio)
-No te hagas ese peinado. Colita no. Dejate suelto.
-¿Por qué?. Yo me hago lo que quiero.
-Nooo, no me gusta.
-Ponete este collar.
-Amor ese no. Y dejá que me arregle tranquila que se hace tarde.
-¿Te vas a pintar?
-Si, tesoro, pero no me persigas por todos lados. Andá a jugar un ratito.
-¡Ponete esté, dale éste!
-No, mi amor, ese no. ¡No quiero ponerme ese!
-Bueno, tranquila. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero mucho.
- Pero mi novia es más linda que vos.

sábado, 1 de agosto de 2009

Esa es como mi ex marido

¡Ring, ring, ring!
-Hola...
-¿Qué hacés gordi?
-Nada, pero solo por un rato, ¿viste que al final los fines de semana una no descansa?
-Pensé que te juntabas con tus primas...
-No, prefiero aburrirme en casa.
-¿Che nena no la has visto a fulana?
-No, no me amargues más los mates de la tarde.
-Bueno, por ahí se habían cruzado.
-Mirá flaca, vos tenés que entender una cosa, mis ex amigas son como mi ex marido.
-Bueno, no será para tanto.
-Tenés razón. Ese es peor. Pero trato de no nombrarla. Y no quiero que me la nombren. ¿No se si entendés?
-Sabés que, tal vez no estés tan equivocada.
-Te lo aseguro. Se ponen terribles. Primero te cagan, después se hacen las víctimas. Tratan de acercarse otra vez y si les das una sola posibilidad te vuelven a joder. ¿Y vos para qué la necesitabas?
-Para nada gordi, sólo preguntaba. Por curiosidad.
-¡Ni se te ocurra a vos o ninguna de las otras tratar de juntarnos eh!
-Bueno, basta ya. ¿Qué hacés mañana?
-Me cuelgo al teléfono desde temprano para que el que dice ser el padre de mis hijos se haga cargo un domingo, me traiga lo que me falta de cuota, bla, bla, bla,...
-Bueno amiga, te dejo porque se me queman los frijoles.
-Chau, chau, cuidate, un beso enorme. (Al fin colgó esta pesada)
-(Menos mal que la tengo de amiga)

Alteradas que alteran

Hoy era el día que me quedaba para conseguir los elementos necesarios para la clase de educación física de mi hijo, y para una que otra compra antes del comienzo de semana. Entonces, nos repartimos al nene, un rato con el papá y otro con la mamá. Después de tantos cuidados por la gripe A no daba para meterlo en el loquero en que se ha transformado el centro con las inevitables compras del día del niño.
Ya caminar entre los puestos de ventas callejera era todo un desafío. Y había que conseguir la vieja y querida pelota de goma, marrón con rayas blancas. Y el pedazo de tela para la bolsita rellena.
Pensaba que ya no habría pelotas de ese estilo. Si yo las usaba cuando iba a la primara. Pero, que suerte, ahí estaba en la vidriera de una importadora. Y empezó la operación "cómo hago para que la vendedora me de bola o pelota en este caso".
Madres rodeadas de niños gritones. Nada de atender por número. Menos aún por orden de llegada. Metete si podés y pedí parecía ser la consigna. "Tres muñecas con sonido, cuatro autos transformers, cinco pelotas de basquet, 20 pulseras mágicas, etc, etc, etc," era la compra de la señora que acaparaba el mostrador. Al fin terminó, ahora encaro me dije. Con dos niños tirando de sus pantalones y una en brazos se me coló. "Quiero el castillito de la princesa...Pero quiero que me lo pruebe y que le ponga la pilas". La vendedora se tomó su tiempo, desarmó y armó cinco castillitos de la princesa no sé cuánto. Hasta que se empezó a desesperar. "Me vas a hacer armar y desarmar todo. Te lo vas a llevar o no. Mirá que ya estoy cansada" A bueno, me dije para mis adentros, ¡si estás para eso nena!
Al fin me tocaba a mí. O eso creía. La empleada desocupada se fue a fumar un pucho afuera. Y bueno, necesitaría su descanso. Media hora más tarde, me lancé sobre el mostrador y dije:
-Quiero una pelota de goma de las clásicas a rayas.
-¿Cuál? No tengo.
-Sí, tenés cinco en la vidriera, de todos los tamaños.
-A ver. ¿De que tamaño quiere?
-La grande
-No la encuentro
-Bueno, la mediana.
-La vas a llevar o no, porque no voy a ir a buscarte una mediana si no la vas a querer después.
Y siendo lo más educada posible le dije que sí la iba a llevar. No había esperado media hora rodeada de niños inquietos y madres alteradas para irme con las manos vacías. Pero en mis pensamientos aparecía la frase: "¡pero claro que la voy a llevar 'elotuda' o te pensás que me aguanto todo esto por gusto!
Al fin la había comprado. Salí feliz por haberle conseguido a mi hijo su elemento para gimnasia y más aún recordando que eso formaba parte de mi infancia.
Entonces paré en un quiosco a comprarle un alfajor.
-Me das un Tatin.
-¿Cuál, blanco o negro?
-Blanco.
-No tengo.
-¡Entonces dame negro! ¿Cuánto sale?
-75 centavos.
-Tomá te pago con dos pesos.
-Ah no ese billete no lo quiero, está muy gastado, como si lo hubieran lavado.
-Entonces te pago con 20 pesos.
-No tengo cambio.
-Entonces...
Entonces no pude decirle la frase que estaba en mi mente. Algo así como "por qué no te vas un cachito a la cima del Aconcagua y te lees la constitución de la madre Patria de punta a punta".
Mientras buscaba salir del loquero, una señora me decía "Deme una moneda por favor". No tenía más años que yo, pero seguro no conseguía trabajo.
Tan alterada como las otras alteradas le dije:
-Disculpe, no tengo, perdóneme.
-Sí que tenés, te vi en el quiosco con un montón...
Saqué el maldito billete gastado, revolví en el monedero y encontré 25 centavos, se los puse en la mano y huí como como la gatita del zorrino, como el correcaminos del coyote. Harta y alterada como todas las que me crucé en una mañana de furia.