viernes, 28 de agosto de 2009

Me estoy convirtiendo en...

Me sorprendo a mi misma diciéndole a una amiga: nada es porque sí, y toda experiencia suma, nunca resta. Entonces mi mente hace clic y comienza el autoanálisis. ¿Si no resta, por qué a veces tardo tanto en digerir ciertas cosas? Tal vez para llegar a la frase dicha. ¡Por Dios –pensé-, (aunque lo tenga presente sólo en situaciones desesperantes, en las que ruego que exista), me estoy convirtiendo en... en... Y no encontré la palabra. Entonces, pensé si alguien podría ayudarme a hacerlo.
La primera intención fue agarrar el teléfono y llamar al hombre con quien comparto mi vida hace casi siete años. Con unos cuantos de convivencia, seguro me ayudaría a descifrar en qué me estoy convirtiendo. En todo este tiempo ha notado, aceptado, rechazado, celebrado, disfrutado o registrado los cambios.
Estiré la mano y me detuve. Y si lo llamo y no me gusta la respuesta. Y si me lleva a lo que estoy pensando de mí misma en este preciso instante. Si apunta a: en una mujer madura que está en edad de sentir que puede dar consejos porque todo un... bla, bla, bla, bla. O lo que es peor, en una sabionda criticona que necesita dar consejos para no escuchar los que ella misma precisa. O en el mejor de los casos: en un ser filantrópico.
¡Oh my God, necesito un analista! Me levanté atropellándome la vida y pasado el mediodía, después de un mensaje cálido a una amiga, soy una mezcla de Osho practicando yoga con Nacha Guevara leyendo a Cohelo.
Tomé coraje y marqué. Que afortunada fui. Nadie respondió. Entonces volví a tener la certeza de que sólo dije la frase porque para mí es real. Nada más relajante que relajarse.

No hay comentarios: