viernes, 21 de agosto de 2009

Dime tu nombre y te diré...

Madres y padres suelen ser muy meticulosos a la hora de elegir el nombre para sus hijos. De hecho, recuerdo que una amiga, Marcela, me comentó una vez que se había tomado el trabajo de pensar en cuántos diminutivos derivaría el nombre de su bebé. No quería cargar con las gastadas cuando el niño llegara a la escuela primaria.
Fue tan contundente en su razonamiento que hasta me hizo dudar sobre los nombres que yo había elegido para mi propio hijo.
Pensé en las opciones y pronunciaciones. Y recordé aquella vez en que una mujer, a la que había entrevistado varias veces, hizo referencia a vivencias especiales en relación a su nombre, Ludovica. Pero no caben dudas que la Squirru supo, sabe y sabrá llevarlo muy bien. Es ideal para ella.
Entonces no quedaban dudas de que cada ser es portador de su personalidad, más allá del nombre.
Hace unos días, comenté esto a una mamá joven, que decidió llamar a su nena Romina en vez de India. ¿Por qué no lo hiciste? le dije, sacando a relucir toda mi filosofía. Su respuesta fue muy sencilla: “Yo me llamo Flor y te juro que hasta el día de hoy no me lo banco”.
Seguí la charla diciendo que los nombres relacionados con la naturaleza o la vida tienen su propia fuerza. Luna, Sol, Abril, Azul, Celeste, Rosa e incluso el suyo.
No pude decir nada más cuando afirmó. “Claro, yo de chiquita, para los demás, era Florcita; luego, en la primaria, para mis afectos, fui ‘mi querida Flor’. En la secundaria pasé a ser ‘Floooor de mina’ en las conversaciones masculinas; y cuando me separé, pasé a ser ‘Flor de loca”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca me voy a olvidar de un compañerito que tenía en la primara que se llamaba Serafin, y siempre le decían Serapio, y después sera piojento. Lo recuerdo por eso.