martes, 30 de junio de 2009

Cómo nos cambia la vida

En medio de una conversación entre mujeres:
-¿Che, cuál fue el último CD que te compraste?
-No me acuerdo. Creo que fue algo para el nene. Me parece que uno de la Walsh
-Bueno, al menos conocemos las canciones. Te acordás cuando andaban todo el día con los “5 Sentidos” de Hi 5
-Sí, sentidos tengo los oídos con el “tengo un robot, yo lo hago funcionar.....”
-Bueno, al menos a la noche le apagás todo y te ves una peli.
-Sí, cuando me pide maaaaaaaaaaa el Rey León o mamá Madagascar, Madagascar!
-Ah, no, yo le doy la cena y lo mando a dormir.
-Sí, yo también, pero primero me aguanto “quiero mover el bote, quiero mover el bote, me gusta, mueve...”. Bueno, nena, al menos tenemos bien guardados nuestros tesoros de los Red Hot o Nirvana.
-Guardados sí, pero sin cajitas, esas se rompieron, viste, sin querer, cuando les llega la curiosidad.
-Pero bueno, che, parecemos amargadas recordando viejos tiempos, el finde nos vamos al cine y nos vemos lo que se nos antoje.
-¿Y con lo chicos que hacemos?
-Que se queden con los padres.
-Dale, ¿los barbijos los compras vos o los llevo yo?
-Tenés razón, diez días de aislamiento por gripe A no me parece divertido.
-¿Qué haríamos con los nenes?
-Tranquila, los compró yo, seguro los consigo en la farmacia de la esquina.

Ya no sé qué hacer

"Estoy cansada de que me organice todo. No siempre tengo ganas de seguirle el ritmo. Y parece que no entiende", es la frase que decía Romina para referirse a las insistentes propuestas de su mejor amiga, a quien aprecia y respeta. Con la que se divierte y comparte todo o casi todo. Pero, en algunos momentos, siente que la cansa. La asfixia. La arrastra.
La pregunta es si sería capaz de enfrentarla simplemente con un "no tengo ganas". Se conocen hace años, pero desde que Romina decidió bajar un cambio y pasar más tiempo en su casa, con sus plantas y su perro, siente que alguien más trata de "organizar su agenda" o lo que es peor "su vida".
Su amiga le arregla salidas. La llama a cualquier hora del día para relatarle todo lo que acontece donde sea. La pasa a buscar para hacer compras. Le sugiere qué usar y hasta cómo peinarse. Entonces, lo que para una son consejos y sugerencias, porque la relación lo amerita, para otra son una especie de tortura.
Por qué no pensar que su amiga no comprende que Romina necesita un espacio para ella, simplemente porque nunca le pasó. Pero como el que calla otorga... No podés sentirte arrastrada, organizada o manejada por alguien si en verdad no lo deseas.
Chicas, en las amistades hay de todo. Pero siempre, como en toda relación hay un cincuenta y cincuenta. Y, a veces, simplemente, tenemos que usar un no.

sábado, 27 de junio de 2009

Tienes un e-mail. Tené cuidado cuando respondas

Cuando en 1998, Meg Ryan y Tom Hanks usaban una computadora portátil en “Tienes un e-mail” para comunicarse, sentía que faltaba mucho tiempo para que parte de nuestras vidas se concentraran entre una bandeja de entrada y otra de salida.
Pero no fue demasiado. Y así empezamos a recibir y enviar mensajes. A los familiares, amigos, jefes, conocidos y desconocidos. Escritos sobre solidaridad, saludos, pedidos de ayuda, trabajo, consejos, recordatorios, virus. Todo desde un espacio minúsculo que se transforma en infinito.
Y así como con algunos textos se logra movilizar, ayudar, cambiar, trabajar, delegar. Con otros se consigue alejar, equivocar, confundir. En cualquier momento se pueden recibir elogios, quejas o insultos de gente que se conoce o no. Ofertas de todo tipo, que -por lo general- no interesan. Pero también se encuentran cosas que se envían por error y te divierten mucho o te arruinan.
Y esto último le pasó a Adriana, que quiso mandarle un mensaje a su amante, pero equivocó el nombre en la casilla de enviar y se lo mandó directamente a la mujer del mismo, quien era su compañera de trabajo.
Y ni hablar de esa persona a la que le pidieron una lista de mujeres con algunas características personales, con la intención de buscar invitadas para un evento "de nivel". Quien lo confeccionó, no sólo dio pelos y señales de cada una, sino que algunas las dejó como unas pobres idiotas. Y nada hubiese pasado si hubiera enviado el mail a quién se lo pidió. Pero equivocó el procedimiento y se lo envió a cada una de las criticadas. Obvio un gran error que corrió como reguero de pólvora. Inolvidable.
Yo misma quise contestar un mail que reenviaron, que contenía un pensamiento de alguien a quien califiqué como un “boludo” en la respuesta. Pero en vez de responderle a la persona que me lo mandó, se lo envié al mismísimo “boludo”.
Y hay muchos errores más. Pero para dicen que para muestra sobra un botón. Y aquí les dejé tres.

viernes, 26 de junio de 2009

La desconfiada

Así como los hombres tienen códigos entre ellos, nosotras también. Por eso, a veces, no pongo nombres o utilizo los de pila o simplemente ficticios. Esta es la historia de dos amigas que viajaron a Brasil. Una de ellas se entusiasmó comprando remeras. El vendedor hablaba muy bien el español, como la mayoría de los que trabajan en zona turística. Al cabo de media hora, ya se habían contado parte de un gran número de historias que decidieron continuar conociendo más tarde. La otra disconforme, se incomodó más aún, cuando el joven insistió en reunirse a comer algo por la noche. Y más aún, cuando preguntó si podía llevar a un amigo.
Una tenía la seguridad de que se trataba de una buena persona, con la que sólo compartirían un momento agradable. La otra esperaba cualquier cosa. Una salió dispuesta a disfrutar la velada. La otra con la cara larga hasta el piso. Más todavía cuando vio que ambos esperaban en el lugar acordado.
Todo bien. Cena. Charla sobre libros, costumbres, lugares. Listo, cada uno pagaba lo suyo y a pensar en el día de playa. Pero no. Por la tarde, el saludo en la puerta de la tienda. Y un "porque no quedamos para hoy". Y así, charlas sobre letras, costumbres y paisajes.
Un día quisieron invitarlas a conocer otro lugar. Un teatro. El Cristo. Aquí y allá. Una hacía amigos. La otra desconfiaba. Hasta que las invitaron a compartir una reunión con amigos en su casa. Eran sus primeras vacaciones juntas y no iban a pelearse. Y, hasta ese momento, la intuición de una de ellas primaba sobre la de la otra. Desconfiadas ambas, fueron. Cenaron. Conocieron amistades de los nuevos amigos. Vieron fotos. Escucharon anécdotas. Hasta que llegó el momento de la verdad.
En tono jocoso anunciaron:
-Tenemos que decirles algo.
-Qué
-Estamos enamorados
-Uy... nosotras...
-Ustedes también...
-No, a nosotras nos parecen buena gente pero...
-¡No, no esperen, estamos enamorados entre nosotros!
Ahí entendieron y tuvieron que explicar que ellas eran simplemente amigas.

"Loca" de amor

No sabía si reírme o qué cuando una conocida contaba cómo, después de enterarse que su ex tenía novia, lo había seguido durante noches para poder verla. Necesitaba saber por quién la habían dejado. Aunque, quizás, el motivo de la ruptura no tuviera que ver con quien le generaba tanta intriga.
Lo seguía en su auto. Se bajaba. Lo espiaba. Se ocultaba detrás de los árboles. Simulaba leer titulares en las revistas que colgaban de los quioscos. Pero siempre lo encontraba solo.
A medida que continuaba su relato menos la entendía. Pero casi al final de su historia, comentó que había sido capaz de ingresar a la casa de su ex como si fuera una verdadera mujer araña para poder verlos. intentando sortear puertas, rejas y ventanas, nada había logrado. Entonces, comprendí que la mujer seguía "loca" de amor y desamor. Pero no simplemente por su ex, sino también por ella misma.

Las mironas

Siempre camino. Ya que no manejo. Pero esta semana decidí hacer recorridos más largos con mi mascota, luego de no haber encontrado el gimnasio deseado. Nos hace bien a ambas y es gratis. El tema es que durante una hora de paseo hay tiempo para observar. Y empecé a darme cuenta que la mayoría de las mujeres van a la moda. Tanto que hasta parecen uniformadas. Todas con las mismas botas de caña alta sobre los pantalones. Aunque, observando más detenidamente, comencé a darme cuenta que si bien son del mismo estilo, hay diferencias que dicen mucho.
Noté cómo se miran unas otras, de reojo. La primera actitud es dirigir la vista hacia los pies. Y claro, están las botas súper de moda y las no tanto o más bien nada. Las de tacó aguja o cuadrado. Las de punta redondeada o las de terminación cuadrada que se usaban hace unos cuantos años. Las impecables y las gastadas.
Es más que notorio, que en cada vistazo se puede diferenciar quién se las compró esta temporada, incluso por los colores, y quién las sacó del ropero.
Cuadras y cuadras haciendo este análisis, para darme cuenta que al igual que todas ellas, aunque no llevara botas, yo era una mirona. Una vez más, me sentí parte del club.

miércoles, 24 de junio de 2009

Juegos inolvidables

Y me quedé pensando a qué jugábamos cuando éramos niñas y los recuerdos brotan en cadena. Al elástico. La rayuela. Carreras con los suecos de madera en plena siesta mendocina, molestando a medio vecindario. A la payana, con piedras que elegíamos cuidadosamente. A la cosecha, cortando todas las flores de jardines y macetas. A ser actrices, sacando todo lo posible del ropero de mi vieja. A ser cantantes, como Rafaela Carrá, con la cuchara de madera oficiando de micrófono.
Hablábamos por teléfono con dos tarritos unidos por una soga. Saltábamos la soga, con cuanta canción infantil se nos ocurría. Bailábamos como si estuviéramos en el Teatro Colón con faldas de papel crepe, tratando de ponernos en puntas de pie con las zapatillas de lona. Éramos lo que queríamos. Felices.

Picardías de niña

Hoy, Betiana, quién se ha acostumbrado, según cuenta, a leer mi blog, me envió un mensaje. Me decía que había estado recordando algunas picardías de cuando era niña. “Le usaba los perfumes a mi hermana y para que no lo notara, rellenaba el frasco con agua”. También, “le abría los paquetes de caramelos gomitas por una punta y le sacaba varios. Después calentaba el nylon y lo sellaba nuevamente”. Tras estás pequeñas historias, me preguntaba si recordaba alguna. Y, realmente, me costó mucho.
Pero, ahí estaban, pequeñas, sencillas, ocultas en algún lugar de mi mente. Y seguramente, significando mucho más de lo que parecía.
Así, Betiana me hizo volver a verme durante esas tardes en las que no quería seguir jugando con mis amigas, porque planeaba algo más divertido o entretenido para mí, y me hacía la dormida. Entonces, cuando se iban, daba rienda suelta a mis planes. Era, sin dudas, una picardía absurda de niña. O quizás no tanto. Tal vez era la forma de quedar bien con ellas y hacerlas volver al día siguiente, sin enojos ni peleas.
Después tuve la imagen de haber tirado muchos triangulitos de queso untable por un balcón, porque no me gustaban y haber dicho, día tras día, “estaba muy riiiico”. O de haberle pasado el bife de hígado a mi mascota por debajo de la mesa, rogando que no hiciera ruido al tragarlo.
La verdad, es que hoy por hoy, quiero y no quiero pensar qué encerraba cada una de aquellas pequeñas picardías. Pero hurgándolas, encontré mucho más que anécdotas.

lunes, 22 de junio de 2009

Cuando se pierde la solidaridad...

Estoy convencida de que cuando un pueblo olvida la solidaridad está perdido. Hoy, salía de ver a mi padre en el hospital y me topé con una historia de una mujer desesperada. No sólo porque su marido está internado con una aneurisma, sino porque no entiende cómo puede haber gente tan poco razonable.
No hablé con ella. Pero escuché que necesitaba ir a su casa a buscar algunas cosas. Cansada, decidió tomarse un taxi. Pero tuvo que esperar un rato. No porque no hubieran, sino porque cuando les decía que tenía que recorrer sólo seis cuadras, le contestaban que no la llevarían. Simplemente, porque el costo del traslado sería menor de 5 pesos.
Comentó que no es la primera vez que le pasa. Incluso, algunos choferes le sugieren que camine. "Si, al fin y al cabo, el trayecto es corto".
Supe después que encontró un taxista que aceptó llevarla. Al menos de cinco, uno fue solidario. ¡No, que estoy diciendo! Están para eso, les pagamos por su servicio. Pero, en fin, mientras uno haga las cosas como debe, queda algo de esperanza.

domingo, 21 de junio de 2009

Un día del padre distinto

Este está siendo un día del padre atípico para mí. El almuerzo familiar planeado quedó en nada. Hubo que internar a mi viejo. La verdad es que me sentí mal. Por él y por no haber podido compartir con mi pareja y mi hijo una jornada especial.
También me sentí mal por ver a tantas familias preocupadas. Sin festejos ni regalos. Muchos padres pasaron hoy un día que nada tiene que ver con el que nos venden en las publicidades de televisión. Espero que todos ellos, incluido el mío, puedan estar mejor.

sábado, 20 de junio de 2009

Víctima de la personalidad

Tenía una amiga que cada vez que un hombre le decía alguna grosería en la calle, se daba vuelta y lo increpaba. Me cansaba de decirle que estaba loca. No le importaba quién fuera ni cómo se viera, simplemente lo encaraba hasta dejarlo colorado de vergüenza.
Hoy pensaba que, quizás, si en algunas ocasiones hubiera reaccionado como ella, me hubiera ahorrado algunas lágrimas y amarguras, de esas típicas de nuestro género.
Qué hubiera pasado si esa vez que un jefe me dijo que me callara porque si no me iba a cerrar la boca de una trompada, yo hubiera reaccionado.
O si me hubiera defendido en aquellas ocasiones en que el mismo tipo que me tocó el trasero en nuestro lugar de trabajo, por considerar que mi algarabía me hacía una puta, maullaba cada vez que pasaba delante de él acusándome de gato, en un salón repleto de empleados.
Y ni hablar de cuándo me trataron de anorgásmica porque levanté la voz en desacuerdo con algo. Me enojaba. Y enfurecida me retraía en mis pensamientos, creyendo que nunca podría cambiarlo. Si hubiera recordado a mi amiga en esos momentos, podría haberlo hecho. Pude dejar de sentirme humillada. Sin embargo, no hice otra cosa que darme por vencida hasta las lágrimas.

Dìa del Padre

Los hombres cambian cuando se convierten en padres. Como a nosotras, la vida se les presenta diferente. Algunos ansían serlo. Otros aprenden. Otros son tomados por sorpresa. Otros deciden no serlo, aunque el hijo exista.
Tiernos. Exigentes. Ausentes. Presentes. Protectores. Indiferentes. Aniñados. Alegres. Depresivos. Ensimismados. Expresivos. Responsables. Irresponsables. Jóvenes. Viejos. Cada hijo puede reconocer, aceptar, adorar o criticar lo que dan.
Cada padre sabe de qué es capaz o incapaz. Y si bien hay demasiados calificativos para ellos, cada uno es poseedor (o no) del cariño de sus hijos. Para todos ellos felicidades en su día.

viernes, 19 de junio de 2009

Te amo te odio

Al poco tiempo de haber empezado a transitar mi profesión, tuve que visitar un hospital psiquíatrico, durante varios días, para contar luego en una nota cómo vivían los internos.
La primera impresión fue fuerte. Pero la segunda aún más. En el patio externo, una mujer descalza y con sólo un camisón deambulaba. Hacía frío. Mucho. Demasiado. Ella no parecía sentirlo.
Giró su cabeza y me detectó. "Llegaste" me dijo. "Ya era hora". Simplemente me tomó de las manos y me llevó hacia el interior del lugar. Me ofreció una silla y apoyó su cabeza en mi falda.
"Al fin te acordaste de venir", me decía cada vez que iba.
La escena se repetía con el pasar de los días. Siempre igual. Esperaba en el patio. Me saludaba. Me llevaba hasta la silla y se quedaba silenciosa en mi regazo.
La historia comenzaba a envolverme. No sabía quién era ella. Ni qué quería. Ni qué sentía. Ni porqué motivos estaba allí.
El último día, como si sospechara lo que sucedería, su actitud fue diferente. Alzó sus manos y me acarició el pelo. Me miró fijo y comenzó a gritar de una forma tan desgarradora que me aterró. Empezó a tironearme de la ropa, y cuando dos enfermeras corrieron para sacármela de encima gritó: "te odio mamá".
Ese día salí del hospital sin mirar hacia atrás. La había abandonado.

Entre la mentira y la verdad III (La familia)

Tal vez actualmente no suceda tanto. O sí. Pero antes, cuando algo que no iba con las normas sociales ocurría en una familia se ocultaba como fuera. Se inventaban historias. Se transformaban otras. Las verdades se llevaban a la tumba. Esto hubiera sucedido en la familia de Marcela de no haberse presentado el tan inoportuno imprevisto.
Estaba cursando el colegio secundario, cuando sus padres tuvieron que mudarse por trabajo. Nueva ciudad. Nuevo barrio. Nuevo colegio. Nuevas caras.
El primer día que asistió a clases, escuchó su apellido mientras la preceptora tomaba lista. Alzó la mano y dijo presente. Pero al mismo tiempo hacía lo mismo otra chica.
La buscó con la mirada y no pudo creer lo que veía. Era tan parecida a ella que llegó a temblar de asombro. Parecían, al menos, mellizas.
El parecido físico las acercó. Luego ayudaron en esa unión los mismos gustos. Hasta que un día, Marcela invitó a su casa a Elena. Sentadas en el living, muertas de risa por nada y con complicidades adolescentes hablaban de sus vidas.
Hasta que llegó el silencio. Fue en el preciso momento en que al ver que un hombre entraba en la casa, ambas dijeron: “hola papá”.

Entre la mentira y la verdad II (En el hotel)

Esta historia me la contó uno de los protagonistas. Dice que pasó hace años. Pero que cada vez que la recuerda siente que fue el golpe más fuerte de su vida afectiva.
Unos días antes de casarse, Miriam le había pedido a su novio que dejaran armado el departamento en el que iban a vivir. Así sería más sencillo instalarse al regresar de la luna de miel.
Estuvieron todo un fin de semana terminando de dar las últimas pinceladas en las paredes del baño, fregando pisos y sacando polvo. Hasta que por fin todo quedó listo para poner los muebles. Pero Marcelo, el novio, estaba tan agotado que propuso descansar hasta el día siguiente.
Pero Marcelo... tenía prevista una de sus tantas despedidas de soltero. Esta vez con una compañera de trabajo.
No perdió tiempo. Llegó a su casa, se dio una ducha, se arregló, subió a su Peugeot 206 e inició un viaje con parada a pocas cuadras y destino final en un hotel alojamiento.
Un tiempo después había que volver a casa. Pero Marcelo se encontró con una sorpresa: el auto no arrancaba. Levantó el capot. Dio vueltas. Vio a su amante ocasional nerviosa, cuando sintió que otro auto arrancaba. Entre tímido y curioso se asomó, pensando que podría recibir ayuda de algún que otro pirata.
-Flaco, disculpá, se me quedó el auto, no me das una mano, no quiero hacer demasiado despelote acá...
-Uy, pará quizás sea la batería, tengo unos cables...
Mientras Marcelo se acercaba hasta el auto de su posible salvador sus ojos se desorbitaban, su rostro se desfiguraba... Y el Flaco decía:
-Pará no te preocupes, algo vamos a hacer. ¡Che Miriam bajate un ratito y tranquilizá a la novia del pibe mientras lo ayudamos a salir de esta!

Entre la mentira y la verdad

Sandra llevaba tres años de novia. Llevaba el anillo dorado en su dedo. En el cuarto vacío de la antigua casa con galería habían guardado con Ernesto la heladera, el televisor, el lavarropas y el microondas que habían ido comprando de a poco para equipar la quería su casa.
Un lunes por la mañana, cuando se reunió con sus amigas de Facultad para estudiar, ellas le dijeron tenemos que hablar. La forma en que se lo anunciaban ya dejaba la sospecha de que se trataba de algo grave. Y sin muchos rodeos le dieron la noticia. “Lo vimos a Ernesto anoche con una mina en un boliche de Chacras”.
Sandra recordó rápidamente que él se había ido temprano a su casa diciendo se sentía muy descompuesto. Para sorpresa de sus amigas ella no reaccionó como esperaban. Sin rodeos, abrió su carpeta de apuntes y empezó a analizar el texto como si nada le importara más que sacarse de encima el peso de Derecho Penal.
Esa mismo día se juntó con su novio. El iba convencido de que sería el último encuentro. Pues había visto como las amigas de Sandra lo descubrían en pleno engaño. Además sabía la tormenta de furia a la que se enfrentaría.
Llegó nervioso. Le sudaban las manos. Al fin y al cabo la quería. Pero no podía resistir las tentaciones. Ella le abrió la puerta. No lo dejó entrar. Ese era el pie para la explicación.
-Amor, lo siento. No sé qué me pasó. Se dio...
-No digas nada más
-Sandra por favor dejame explicar
-Ernesto no estoy enojada
-¿No?
-No querido. Cuando decidiste irte a casa porque estabas descompuesto llamó Daniel. No pude resistir la tentación. Salí con él. Tomamos algo. Nos besamos y...
-¿Y qué? ¡Decime!-Y... hoy las chicas me dieron la mejor noticia del día.

Yo gano con las mujeres

Hoy por la mañana tuve que hacer algunas compras. No estaba a más de diez cuadras de casa, pero el tiempo me apuraba. Decidí invertir 5 pesos en taxi y ganar tiempo, evitando así caminar en sector congestionado de transeúntes.
Cuando paré el coche le advertí al chofer: mire el viaje es corto; sabiendo que, a veces, les resulta incómodo soportar el tránsito infernal de las horas pico por un recorrido que no suma en el reloj luego de la bajada de bandera. Y la verdad, es que me sorprendió con una teoría que no había pensado: "No se preocupe señora, yo gano con las mujeres. Y esta es la hora en que más trabajo tengo. Sabe que pasa -continuó- tienen miedo. Y si andan con paquetes peor. Y ni hablar de si llevan algún pesito encima.
"Las mujeres -me decía como si yo no fuera parte del género- prefieren gastarse 5 o 10 pesos en un viaje, antes de andar pensando que algún tipo les va a tironear la cartera o el paquete que llevan o la bolsa del supermercado. Además si las tironean, por lo general se caen y terminan rompiéndose un brazo o una mano".
Con no más de tres minutos en el coche, el hombre se había transformado en un analista de la actitud femenina y orgulloso de ello planteaba su teoría que yo jamás hubiera pensado. El señor la tenía clara.
"Para mí es mejor negocio llevar a las señoras que a otro tipo de pasajero y gracias a ellas salvo el día", decía el taxista como para rematar el monólogo, sintiendo que somos un negocio redondo.
Y yo que pensaba que sólo éramos negocio para los institutos de belleza, peluquerías, vendedoras de cosmético. Sin duda, todos los días se descubre algo nuevo.

miércoles, 17 de junio de 2009

Fernando Peña se fue de gira

Hoy me sorprendió su muerte. Hace un tiempo, Fernando Peña llegaba a Mendoza con Mugre, una de sus obras teatrales. En ese entonces yo formaba parte de la sección espectáculos de Los Andes y me habían encargado entrevistarlo. Sabíamos mucho y a la vez poco de él. Sabíamos que sus obras eran directas y que reflejaban todo, absolutamente todo lo que pensaba. Pero también, que no había que irle con estupideces porque pegaría media vuelta y te dejaría pagando.
No recuerdo por qué, pero se coordinó una nota telefónica. Confieso que por momentos tenía muchas ganas de hacerla y por otros no. El éxito o el fracaso de la charla dependía mucho del humor. Peña no perdía el tiempo. Podía mandarte a la mierda en cualquier momento.Tenía una personalidad atrayente y había que ser tan jugado como él para preguntar y repreguntar. Por su mente no pasaba cualquier cosa. O sí. Depende de quién lo dijera.
Llegaron a sudarme las manos cuando atendió. Su tono no era para nada complaciente. Peña no necesitaba prensa. Él era su propio todo. Excéntrico para algunos. Divo para otros. Él era lo que quería. Sin embargo, creo que hablamos cerca de media hora. Mentiría si dijera que recuerdo lo que me dijo. Pasaron muchos años. Pero sí puedo decir que el tipo tenía todo en sus manos. Su vida. Su muerte. Su placer. Su lucha.
Me invitó a su función. Fui. Encontré lo que me había prometido. Crueldad real, sin tapujos. Un tiempo después de haber temido su rechazo, descubrí que había adjuntado mi entrevista y crítica a una de sus páginas.
Hoy no puedo decir que logré una química especial el día que nos comunicamos. Pero sí puedo afirmar que todo lo que quería lo tenía, y lo decía. Ha sido el artista más desprejuiciado que he conocido hasta ahora. Ese al que le importaba nada mostrar sus altibajos. Ese que se burlaba a carcajadas de la muerte. Ese que tenía una boca de infierno. Ese ni bueno ni malo. Un ser especial.
Hoy, cuando escuché sobre su muerte, pensé que me había vuelto a engañar, porque hace quince días, después de escucharlo decir que estaba luchando contra el cáncer, el tipo hablaba de sus futuros estrenos. De sus escritos, de sus amores. Y casi confiada creía que vencería la enfermedad y lo volvería a ver sobre las tablas, como ya había sucedido en otras oportunidades. Le compré el personaje de todopoderoso, aunque muchas veces pensé que detrás de éste había un niño falto de mucho.Y otra vez, el circo en la teve. Otra vez Peña en escena. Y, seguramente, desde cualquier lugar, riéndose a carcajadas.

viernes, 12 de junio de 2009

De amor también se vive

Hoy vi caminando por el centro a una pareja de ancianos. Hubieran pasado desapercibidos de no ser por cómo se dejaban ver. Tomados de la mano. Con un andar tranquilo. Me hicieron pensar en su historia. Cada cana de sus cabelleras seguramente atesoraría una. Me produjo una sensación tan placentera, a tal punto que creo que en pocos segundos cambió mi cara. Los disfruté simplemente con mirarlos y pensé en cuántas cosas deben haber pasado juntos. Ellos, sin saberlo, me dieron un momento de felicidad y me permitieron desear imitarlos.
Me hicieron desear una vejez acompañada del hombre que amo, luego de haber sorteado tormentas. De haber compartido alegrías y tristezas. Luego de habernos entregado.
No sé quienes son. Tampoco si los volveré a ver. Hasta tuve el impulso de decirles lo bien que me hicieron sentir. Pero hubiera sido inapropiado. Ellos me devolvieron imágenes que quiero perduren, así como la foto que está sobre mi escritorio.

Eso no se hace

Hace un par de días, entré a un minimarket para comprar un yogur. Fui derecho a la heladera donde estaba el que buscaba. No sólo encontré el producto sino también, una vez más, una actitud típica de los argentinos.
Los dueños del local se habían tomado la molestia de borrar con algo punzante, de cada vasito de Yogurísimo firme, el valor estipulado por la empresa fabricante para todo el país. Entonces donde debía decir "a sólo 1.49", había un espacio en blanco. El valor otorgado por los comerciantes era de 2 pesos.
Eso no se hace. No sólo me están estafando. Además no tienen vergüenza. No les alcanza con los centavos que no pueden devolver del 1.49.

Maru se da el gusto

Siempre he criticado a las mujeres que hablan mal de sus maridos, especialmente en público. Pero tengo que admitir que algunas lo hacen con gracia.
Transformada en una fanática de las delicias culinarias y aprovechando que el control remoto del televisor estaba en mis manos y no en las de mi hijo buscando Discovery Kids, me di un panzada de programas gourmet.
Harta de recetas con ingredientes demasiado refinados, puse a Maru Botana. Y vaya si me divertí. Mientras preparaba unas rabas decía, con su incomparable estilo desenfadado, "a las 11 de la mañana ya estoy agotada. Tuve que bañar a los nenes. La más chiquita quiso ir más tarde a la escuela. Volví a buscarla. Cuando la dejé se descompuso y la tuve que llevar de vuelta a casa, más un montón de problemas en el medio. Todos problemas. Y decidí llamar a mi marido, que como siempre está en el campo y adivinen qué pasó, no me atendió y después me mandó un mensaje de texto enojado ¡Qué pasa! Y bueno, yo sola. Soy sola. No soy Maru Botana, soy Maru "Sola".
Increíblemente lo escrachó ante miles de televidentes. Se dio el gusto. Nos hizo cómplices y partícipes de una revancha salada.

Yo, mi peor enemiga

“Amo a mis hijos, amo a familia, pero sabés cuánto hace que no tengo tiempo para ver una película o para hablar por teléfono tranquila con alguna amiga”. En un principio, las palabras de Marita me provocaron una sensación extraña, esa que nos lleva -al menos a mí- a decir pobre mujer está agotada. Pero, a los pocos segundos, me estaba reflejando en ella. Y no porque no tenga tiempo, sino más bien porque no me permito acomodarlo.
Si pudiera vencer los mandatos inconscientes, que me llevan al pensamiento mágico de que todo tiene que estar bien y salir mejor, la frase inicial no me hubiera hecho tanto ruido.
¿Por qué no soy capaz de dejar los juguetes tirados, los platos sin lavar, la pila de ropa para otro día, el jardín, el curso de pintura, el paseo del perro, etc, etc, etc?. Tal vez no tenga que dar tantas vueltas para encontrar la respuesta. No puedo, simplemente, porque tengo arraigada una infame necesidad de competitividad. Y lo peor de todo es que no estoy compitiendo con nadie real. Si no más bien con esa mujer que todo lo puede, la que en dos segundos se convierte en la heroína de su propia historia. Esa que convive conmigo en un rincón de mi cerebro.Y pensando en Marita, y recordándola cansada, dolorida, agotada, vuelvo a poner los pies sobre la tierra. Me desinflo. Y me prometo dejar de sentirme todopoderosa.

domingo, 7 de junio de 2009

Juana la loca

Juana no está internada en un neuropsiquiátrico. Se sube a su auto todos los días para dejar a su hija en la escuela. Luego sigue rumbo al trabajo. Era linda. Muy linda. Hoy sólo quedan vestigios de su época de esplendor. Esa época en la que todos se derretían al verla.
Hoy le dicen la loca. Pasó los treinta hace tiempo. Se siente perseguida por todo. Si hablan de enfermedades cerca de ella, siente que se contagiará. Morirá. Se ahoga. Trata de respirar con tranquilidad antes de gritar o meter la mano en su cartera por otro tranquilizante. Trata de apretar sus puños antes de pensar que se le caerá otro cabello.
Admiraba a Juana. A veces, hasta la envidiaba. Era suelta. Atrevida. Jugada. Nada era imposible para ella. Una especie de mujer maravilla. Viajaba mucho. Hoy ya no piensa en eso. Supone será terrible. Tenía muchas amigas. Hoy, cuando les pregunto por ella, sólo me dicen que está loca.
Y vuelvo a pensar que la vida es una rueda que no para de girar. Hace un tiempo, yo era la loca para ella. Hoy no puedo dejar de pensar qué le pasó.

viernes, 5 de junio de 2009

La bruja de mi ex mujer

Hombres les aviso que si tienen hijos en común, esas a las que llaman “las brujas” estarán ligadas a ustedes por el resto de sus vidas. En estos últimos meses me he cruzado con varios viejos amigos y conocidos. Después de los saludos rutinarios me han contado la historia, que ha empezado con la frase “te enteraste que me separé” y detrás de ella la lista de motivos y, en algunos casos, detalles de la ruptura.
Con sorpresa, he detectado que ellos suelen ser más hirientes que nosotras. Porque es verdad que las mujeres hablan mal de sus ex e incluso de sus actuales. Pero escucharlos a ellos, me ha demostrado que son tan terribles o más que nosotras.
Bruja es lo menos que han dicho. Y pensaba en cómo serán las reuniones de nuevos solteros, repartiendo anécdotas de separación de bienes, abogados, injurias, calumnias, engaños.
No sé cuál será el mote que usan las ex para ellos. Pero, definitivamente el más utilizado por ellos es el de bruja.Y bueno...dicen que las hay las hay. Algunas tendrán más poder que otras. Y, definitivamente, como aceptaron en el altar, por más divorcios que existan, estarán allí hasta que la muerte los separe.

7 de Junio Día del Periodista

Aprovecho el blog para enviar saludos a los colegas, especialmente a aquellos con los que he compartido redacciones y más profundamente a quienes se convirtieron en amigos. Tengo recuerdos, de todo tipo, de mis primeros pasos en Radio Nacional, en Vendimias, en diario Los Andes y en diario El Chubut. Desde aquí felicidades para todos.
También aprovecho para mencionar que esta celebración fue establecida en 1938 por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, recordando al primer medio de prensa de la etapa independentista argentina, con ideas patrióticas, la Gazeta de Buenos Ayres, fundada el 7 de junio de 1810 por Mariano Moreno.
La Primera Junta indicó por decreto su fundación por ser necesario anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales. Sus primeros redactores fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.

miércoles, 3 de junio de 2009

Años de profesión

Se acerca el Día del Periodista y alejada de los medios pienso en todo lo que me dio y me quitó la profesión. Y entre tantos pensamientos no dejo de sentir la sensación de ver a cada instante una noticia. No dejo de estar atenta. No dejo de analizar, leer y releer todo lo que pasa a diario.
Debo confesar que no me vino nada mal el alejamiento. Eso me permitió crecer en otros ámbitos. Tomar otras dimensiones. Ordenar la escala de valores. Pero si de algo estoy segura, es que desde que decidí ejercer este oficio, allá por los ochenta, con altibajos, con alegrías y tristezas, con sobresaltos y quietudes, no he dejado de sentir que el camino fue el correcto.
El periodismo me dio la posibilidad de expresarme, de conocer a personas admirables y despreciables. De hacer amigos y enemigos. De agotarme y relajarme. De equivocarme y disculparme. De acertar y disfrutar. De viajar. De aprender a conocer el triunfo y la humillación, la euforia y la desdicha. De hacer buenas amistades. De obtener conocimiento.
El periodismo ha sido, es y será parte de quien soy.

Siete años de mails

Así como con Mecha logramos una vida compartida mediante las cartas, con Gaby seguimos compartiendo vía mail. Aunque, a veces, el teléfono ayuda. Especialmente en esos momentos en que una extraña las voces, las risas, los modismos. Cosas que también te puede dar un mundo virtual, a través de un cámara, pero que no satisface como el cara a cara. Los tiempos no son los mismos. Las miradas llegan distintas y las voces entrecortadas.
Pero así como con Mecha (texto anterior) pudimos mantener años y años de cartas de puño y letra, con Gaby podemos mantener textos interminables que salen desde el alma y pasan por un enérgico teclear en la máquina, para que nada se olvide o quede para la próxima misiva. Todo es inmediato. Y aunque en algunas oportunidades extrañe la llegada del cartero con cartas, agradezco poder tener cerca a los que quiero y están lejos con solo hacer un clic en enviar.

Diez años de cartas

Frase diaria: “te mando un mail o un mensajito”. El cartero ahora sólo trae los impuestos. Atrás quedó lo que logramos con Mercedes.
Cuando teníamos 8 años de edad, nos conocimos en unas vacaciones familiares en Córdoba. Sólo nos veíamos algunas horas por día, junto al río. Eso fue suficiente para entablar una amistad, que mantuvimos por carta durante diez años.
Cuando cumplimos los 18 nos volvimos a ver. Fui de visita a su casa en Buenos Aires. Sólo con los recuerdos de la infancia y las cartas que llegaban a nuestras respectivas casas cada quince días.
Pasamos los 20 y seguimos con las cartas. Nos vimos un par de veces más, en uno que otro viaje ocasional de Mechi a Mendoza. Pero, luego, el e-mail invadió mi espacio. No el de ella. Y las mudanzas y el tiempo y los cambios de teléfonos nos hicieron perder el contacto. Pero no pierdo las esperanzas de un reencuentro. La he buscado en cuanto sitio de Internet he podido. Sin duda, ella sigue sin sumarse a la tecnología. Pero si algo me dio mi amiga Mecha en todos estos años fue el inmenso recuerdo de una amistad creada a través de las letras. Y las de puño. Nada de máquinas de por medio. Me dio una historia para recordar toda una vida. Como será nuestra amistad aunque los e-mail nos hayan distanciado.