miércoles, 17 de junio de 2009

Fernando Peña se fue de gira

Hoy me sorprendió su muerte. Hace un tiempo, Fernando Peña llegaba a Mendoza con Mugre, una de sus obras teatrales. En ese entonces yo formaba parte de la sección espectáculos de Los Andes y me habían encargado entrevistarlo. Sabíamos mucho y a la vez poco de él. Sabíamos que sus obras eran directas y que reflejaban todo, absolutamente todo lo que pensaba. Pero también, que no había que irle con estupideces porque pegaría media vuelta y te dejaría pagando.
No recuerdo por qué, pero se coordinó una nota telefónica. Confieso que por momentos tenía muchas ganas de hacerla y por otros no. El éxito o el fracaso de la charla dependía mucho del humor. Peña no perdía el tiempo. Podía mandarte a la mierda en cualquier momento.Tenía una personalidad atrayente y había que ser tan jugado como él para preguntar y repreguntar. Por su mente no pasaba cualquier cosa. O sí. Depende de quién lo dijera.
Llegaron a sudarme las manos cuando atendió. Su tono no era para nada complaciente. Peña no necesitaba prensa. Él era su propio todo. Excéntrico para algunos. Divo para otros. Él era lo que quería. Sin embargo, creo que hablamos cerca de media hora. Mentiría si dijera que recuerdo lo que me dijo. Pasaron muchos años. Pero sí puedo decir que el tipo tenía todo en sus manos. Su vida. Su muerte. Su placer. Su lucha.
Me invitó a su función. Fui. Encontré lo que me había prometido. Crueldad real, sin tapujos. Un tiempo después de haber temido su rechazo, descubrí que había adjuntado mi entrevista y crítica a una de sus páginas.
Hoy no puedo decir que logré una química especial el día que nos comunicamos. Pero sí puedo afirmar que todo lo que quería lo tenía, y lo decía. Ha sido el artista más desprejuiciado que he conocido hasta ahora. Ese al que le importaba nada mostrar sus altibajos. Ese que se burlaba a carcajadas de la muerte. Ese que tenía una boca de infierno. Ese ni bueno ni malo. Un ser especial.
Hoy, cuando escuché sobre su muerte, pensé que me había vuelto a engañar, porque hace quince días, después de escucharlo decir que estaba luchando contra el cáncer, el tipo hablaba de sus futuros estrenos. De sus escritos, de sus amores. Y casi confiada creía que vencería la enfermedad y lo volvería a ver sobre las tablas, como ya había sucedido en otras oportunidades. Le compré el personaje de todopoderoso, aunque muchas veces pensé que detrás de éste había un niño falto de mucho.Y otra vez, el circo en la teve. Otra vez Peña en escena. Y, seguramente, desde cualquier lugar, riéndose a carcajadas.

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