sábado, 30 de mayo de 2009

La culpa la tiene tu mujer

Cuando estaba a punto de tener a mi hijo, con todos los temores que carga una madre añosa, como nos denominan a las que estamos cercanas a los 40, decidí visitar la clínica donde tendría a mi bebé. Disconforme con algunas cosas que me habían pasado hasta el momento y tratando de saber cómo sería la atención, la que por aquel entonces era la jefa de obstetras y directiva del nosocomio, luego de que yo le hiciera varias preguntas me dijo "pero cuál es el problema, si al fin y al cabo este será un parto más". Eso ya me hizo ruido.
Semanas después el tiempo del embarazo estaba cumplido y el niño ni daba señales de nacer. Entonces le consulté al doctor con el que me había hecho todos los controles la posibilidad de someterme a una cesárea, con la certeza de que él estaría allí llegado el momento. El consideraba que no sería necesario, porque yo estaba físicamente bien para afrontar un parto normal.
Pero el tiempo pasaba y no habían novedades. Ya con contracciones y trabajo de parto fui a buscarlo. Pero se había ido de viaje. Entonces recurrí a otro profesional, quien decidió una internación para realizar un parto inducido.
Ingresé a la clínica a las 10 de la mañana y comenzaron el proceso. Ni el goteo ni la las drogas utilizadas para la inducción daban resultado ya cerca de las 21. Entonces, comenzaron los pedidos de madre desesperada, y las idas y vueltas de partera, enfermeras y médicos, frente a una madre temerosa por la salud de su hijo y la propia. ¿A que no adivinan cuál fue la respuesta de esta doctora cuando mi pareja, que ya a esa altura pedía explicaciones desesperadamente?. Fue esta: "Mirá, la culpa la tiene tu mujer, por haber engordado más de 20 kilos". Desde la sala de preparto la escuché y les aseguro que si no hubiera sido por la complejidad del caso, las sondas y la mar en coche, hubiera pegado el salto de la cama para defenderme con uñas y dientes. Terminé en el quirófano con dos médicos especialistas, un anestesista, la partera, la pediatra y la jefa. Al parecer no era un parto más. Yo viví una mala experiencia y esta señora terminó siendo directora de un hospital.

viernes, 29 de mayo de 2009

La viudez a los veinte y tantos...

Yanina es una mujer dinámica, fuerte, joven, emprendedora, profesional, que aún no llega a los 40. Esta mañana, después que tuvo un encuentro que le refrescó un sentimiento archivado, me envió un mail, que decidimos compartir con vos.
El encuentro hizo que ella volviera hacia atrás con su mente. Hasta llegar a esos días en que la vida la puso frente a la viudez a los veinte y tantos años.
“Pensé –dijo- en todo lo que implica entrar a ‘jugar’ en una categoría destinada a la edad madura, desde rebotar en la ventanilla del Servicio de Pensiones con un: ‘el trámite lo tiene que hacer tu mamá en persona’, hasta soportar que los amigos ‘dolientes’ de tu marido se pongan el traje de ‘consuelo de viuda’, como si una pasara a ser un premio vacante.
“La primera salida a tomar un café con una amiga, llena de temores por la observación social, por el qué dirán. Encontrarte con caras sonrientes que simpatizan con tu disposición para animarte y que al alejarse unos pasos comentan: ‘mirala vos...ja, que rápido se le pasó’.
“Nadie piensa, ni por un minuto, que la viudez es el único estado civil que no se elige, te cae como una bomba y cuando eso ocurre en la etapa de los pañales y las mamaderas de los hijos, el ruido es más fuerte.
”Lo que si parte de una elección personal, es cómo se sigue viviendo al día siguiente y al otro y al otro; cómo nos proyectamos como mujeres y madres, más allá de los encasillamientos, a veces insensibles; cómo se vuelve a construir sobre los cimientos, cuando te cambian el proyecto de un día para otro y aprendemos a recrear recuerdos e historias, para que nuestros hijos no olviden a quién no alcanzaron a conocer. Pero, no con dolor. Con alegría, con respeto, conscientes de que cada capítulo de nuestra historia es causal de quién somos hoy, sin carátulas, sin condicionamientos”.

jueves, 28 de mayo de 2009

Gripe porcina, ineficiencia, inoperancia

¿Cómo llegamos a más de 60 casos de gripe porcina en Argentina? Será porque somos descuidados, mal aprendidos o mal educados. Será porque nos preocupamos en vez de ocuparnos.
Cuando nada parece sorprendernos, aparece algo. Me contaron hoy que en los pasos fronterizos entre Chile y nuestro país, no se le hacían controles a los camioneros. Y que los que se efectuaban en algunos colectivos se limitaban a una simple pregunta a los pasajeros: ¿Alguno tiene gripe o se siente afiebrado? Y les juro que lo creo. Porque he visto en más de un noticiero nacional cómo los cronistas consultaban a viajeros provenientes de Méjico sobre los controles y ellos comentaban que sólo habían llenado un formulario indicando que no tenían síntomas. He visto como una delegación completa de azafatas y asistentes de vuelo bajaban del avión y atravesaban el aeropuerto sin pasar por ningún scanner y sin barbijos.
Definitivamente y una vez más, la negligencia nacional está entre nosotros, junto con su amiga la inoperancia.

Volver a la infancia

A veces, cuando más responsabilidades tenemos terminamos sumergidas en un mundo rutinario hasta el hartazgo. Todo lo hacemos corriendo y con horarios prefijados. Pero si aprendés a disfrutar de las cosas simples, te aseguro que lográs momentos mágicos.
Últimamente, gracias a mi pequeño hijo, he vuelto al mundo de las manualidades. Jugar con colores, papeles, plasticola, fideos secos, lanas, goma eva, purpurina, témperas, plastilinas, me ha permitido cambiar algunas fórmulas y volver a sentirme niña. Incluso, me he reconocido creativa y poseedora de cualidades olvidadas entre computadoras, escritorios y bonos de sueldo.
Esto de volver a observar con ojos de niña, en algunas ocasiones, permite descubrirse como adulta.
Recobrar olores, aromas, sonidos, canciones y sensaciones, de aquellos tiempos en que nuestra ignorancia sobre cientos de cosas era nuestro camino a la felicidad; dejar de ser un títere de la sociedad por un instante y transformarte en la hacedora de muñecos de medias, telas, goma espuma y darles vida a través de tus manos para arrancarle la carcajada a tu hijo; volver a meterte en una caja de cartón que simula una nave espacial para llegar a la luna o perder la rigidez para subirte al caballo imaginario que simula una escoba, son cosas que te demuestran que volviendo a ser pequeños niños podemos ser grandes adultos.

martes, 26 de mayo de 2009

Madres añosas

Cuando iba a la escuela secundaria, a una de mis profesoras, a la que llamábamos la vieja de Ciencias, porqué así la veíamos, vieja, se le empezó a notar su embarazo. Y cual arpías quinceañeras organizadas nos mostrábamos horrorizadas ante la que creíamos madre abuela. A los veinti tantos, otra profesora cuarentona sería madre y la sensación se repetía.
Cuando cumplí 37, era yo la que estaba sentada en el consultorio del obstetra viendo como rotulaba mi historia clínica con un "madre añosa". En ese momento, sentí que la birome azul que el médico dejaba deslizar por el papel me estaba devolviendo la cachetada.
Y es verdad, no es lo mismo ser madre a los 20 que a los 40. La energía es otra. La experiencia es otra. La forma de pensar es otra. Ahora estoy segura que de haber sido mamá a los 20 hubiera sido una inmadura. En mi caso, como en el de esas mujeres a las que no entendí en su momento, es mejor eso de "añosa".

domingo, 24 de mayo de 2009

La mona, aunque se vista de seda...

Hace un par de días me crucé en la calle con una mujer que conozco hace varios años. No somos ni fuimos amigas. Compartimos algunos espacios y momentos. Pretendía saludarla. Sólo un hola. No daba para más. Pero no encontré su mirada detrás de sus grandes anteojos. Cuando llegué a casa, lo comenté y encima la critiqué. “¡Pero quién se cree que es; porque iba forrada en botas de cuero hasta las rodillas color bordó, con sacón de cuero bordó y porque solamente su cartera paga una cuota de colegio de un chico y porque ahora anda en 4 x 4, ni me mira! ¡Qué le pasa. Si es más de barrio que yo!
Entonces, la persona a quien yo le estaba hablando me dijo: “Ah, pero te gustó todo lo que llevaba puesto! Y no voy a mentir. Era un poco estrafalario para las 9 de la mañana. Pero le quedaba muy bien. Tal vez si no hubiese ido vestida así, ni la hubiera notado.
Entonces me di cuenta que, hace algunos años, había pasado por esa etapa. También había gastado altos porcentajes de mi sueldo en ropa cara y linda. Muy cara. Y, en verdad, caminaba distinto. Y hasta llamaba la atención, igual que aquella vieja conocida hace unos días.
Pero algunas veces la vida te deposita en otras realidades. Te plantea cambios y vos te planteas mucho más de lo que esperabas. Y cuando no sabés qué ni cómo ni dónde, empezás a "inventar y reinventar", a "hilvanar y deshilvanar", a "tejer y destejer", tu yo. Y si lográs algo en el proceso es bárbaro.
Yo logré entender que podía verme y sentirme bien tanto con prendas caras como con las baratas de Famularo o Balbi. Pude desprenderme de un personaje creado. Dejar el circuito laboral, aunque la plata faltara. Cambiar las salidas nocturnas por sentarme a mirar ballenas. Dejar de ir a teatros para caminar por la playa. Dejar los Ricky Sarkani por las ojotas. Y sentí que tenía razón el refrán: "la mona aunque se vista de seda mona queda”. No voy a ser hipócrita, me encantaría usar varios modelitos de diseño, pero esta vez sería distinto. Sería sabiendo que, definitivamente, lo esencial es invisible a los ojos.

sábado, 23 de mayo de 2009

¿Cómo era? La verdad no ofende...

Por qué cada vez que siento la frase “decime la verdad” surge un enjambre de dudas en mi cabeza. Es algo inevitable. Y es por eso de que la verdad no ofende. Siempre resulta lo contrario. Mi respuesta se asocia al sentido común. A lo que mi esencia dice. Y es ahí cuando me convierto en la mina intratable, la amiga envidiosa, la compradora mañosa, la paciente impaciente, la gata flora, la insoportable.
Y el enjambre que zumba y me dice: “mentí, mentí no seas ingenua, vas a terminar imaginariamente golpeada o apedreada o abucheada o lo que es peor serás tratada como la bruja mala del cuento. Pero no puedo hacerlo. Y quizás por eso alguien me rechaza o alguien me aprecia.
Me preguntaba hoy por qué algunas amigas pueden mantener relaciones con verdades que las ofenden, e intentan que parezca que no. Me propusieron participar de un encuentro de viejas conocidas y no quise.
Cuando me preguntaron por qué, pensé en dar decenas de excusas. Pero fue más fuerte que yo y dije: “porque me incomodan, porque son falsas, porque no les interesa cómo estoy sino cómo me veo”. En menos de un día el teléfono se había encargado de dejarme como la mala, la más mala de la historia. Y es por eso... por eso de que la verdad no ofende.

A las maestras jardineras

El 28 de mayo es el Día de la Maestra Jardinera. Desde este blog un saludo para ellas. La fecha se estableció en honor a Rosario Vera Peñaloza, quien había nacido un 25 de diciembre de 1873 en La Rioja. Ella fundó el primer jardín de infantes argentino y dedicó su vida a la enseñanza. Llegó a ser Inspectora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial. Falleció el 28 de mayo de 1950. Fecha en que también se celebra el Día de los Jardines de Infantes.

viernes, 22 de mayo de 2009

Otra de vendedoras. Más visible, pero sin suerte.

Y se vuelve a repetir la historia. Pero está vez no estaba invisible del todo como en mi relato anterior. Esta vez parecía estar de más.
¿Cuál es el estado en el que entramos las mujeres cuando vemos una oferta en un comercio?. ¿Cómo nos vemos ante el ojo del otro? Desesperadas. Obvio no queremos perdernos la oportunidad, más aún si el precio es bueno.
Es común que algunos comercios pongan mesones de ropa –esa de talles especiales o la que quedó manchada o con alguna falla- en la entrada del local. Más común aún es ver a un grupo de señoras lanzarse sobre las prendas para obtener la más conveniente.
Lo que no me resultó común fue que, sin interesarme el mesón, ya que iba en busca de algo específico (dentro del negocio), la vendedora dijera que no podía atenderme. “Venga más tarde, si no controlo a toda la gente que hay afuera se van a llevar las cosas”, En realidad me estaba diciendo “estas locas desesperadas por dos prendas por 15 pesos me va a robar, afanar, chorear o cómo quieran decirlo”.
Sin más palabras, me dejó parada en el medio del salón y no me atendió. La verdad es que me estoy cansando. Tal vez deba buscar la máquina de coser que tiene archivada mi vieja y arreglármelas de otra forma. Eso sí, espero que cuando vaya por las telas no se repita la historia. ¿En esas tiendas también ponen mesones no?
Ojalá logre cambiar mi suerte. Aún, en dos semanas, no he podido colaborar con el sueldo de varias vendedoras mendocinas.

lunes, 18 de mayo de 2009

¡Te dije que un piercing no!

La madre perdía el sueño y el control ante la petición de su hija:
-Ma, quiero hacerme un piercing
-No
-¿Por qué no?
-Porque lo digo yo. Y es mi última palabra.
Obviamente no fue la última palabra. Hubo horas enteras de palabras. Discusiones. Berrinches.
-Papá dice que sí
-Pero yo soy tu madre y digo que no. Y no se habla más del tema.
Obviamente se habló mucho más del tema. Hubo días y noches de peleas. Hubo llanto. Hubo golpes de puertas. Y más berrinches, por parte de ambas. Y el padre seguía diciendo que sí.
La madre explicaba que no soportaba la idea de ver a su hija llena de aros por todo el cuerpo. Primero sería la nariz, después las cejas, después el ombligo, etc, etc, etc.
Finalmente la nena ganó la batalla y se hizo el ansiado piercing. La madre sigue estando en desacuerdo, aunque la autorizó porque le ganó por cansancio.
Lo que la progenitora nunca tuvo en cuenta fue que había sido ella misma la que introdujo a su hija en el mundo de las perforaciones. Fue el mismo día que la parió. “Es nena, hay que ponerle los aritos”.

domingo, 17 de mayo de 2009

Mi mujer es buena cuando duerme

El consultorio pediátrico estaba tan lleno como un colectivo en hora pico. Una madre, acompañada de su esposo, una nena de tres años y un bebé de meses estaba perdiendo el control ante la actitud inquieta de la mayor y el llanto del menor. Mientras le decía a la secretaria: “No doy más. Hace varias noches que no duermo. Entre la teta, los mocos, los llantos, los remedios, los ronquidos...”. El humor de la mujer iba cambiando y la chica detrás del escritorio le aconsejaba relajarse. “Vos porque no tenés hijos. Ya vas a ver lo que te espera. Encima dormís dos horas y te tenés que levantar a las seis de la mañana para atenderlos a todos”. El marido, unos pasos detrás de ella no participaba de la charla. Pero con sus gestos decía mucho.
La secretaria, al verlo, le dijo, "bueno, pero tu mujer es buena”. El respondió: “Sí, las dos horas que duerme".

Madre, hijo y escarapela

Hacía tiempo que no le prestaba atención a las efemérides. Ni siquiera tenía registrado el 18 de Mayo, Día de la Escarapela. Hubiera pasado como un día más de no ser por la tarea entre madres e hijos.
Había que hacer una escarapela, con los materiales que tuviéramos en casa. Esto era mucho más simple que el disfraz del día del animal. Pero había que ponerle onda. Y pensé: una vez más será el trabajo de madre, porque el hijo se aburrirá rápido y preferirá cavar en el jardín o ver Hi-5 o Pinky Dinky Doo.
En parte, estaba en lo cierto. Pero nada fue más placentero que escuchar a mi pequeño decir “lo estamos haciendo muy bien mamá” y verlo, después, entregar orgulloso el trabajo a su “seño”, aunque no entendiera muy bien qué significaban esos círculos celestes y blancos.
No había registrado el día de la Escarapela. A partir de ahora, será otro mi recuerdo.

Aquellos niños sin rumbo

Día tras día veo cómo un joven acomoda autos en una cuadra cercana a la Casa de Gobierno. Busca el estacionamiento. Guía a los conductores y, a veces, hasta se gana unos pesos lavando uno que otro coche con el agua que saca de la casa de un vecino, en un tarro de pintura. Un par de cuadras más allá, varios limpian vidrios. Son muchos. Son hombres. Son adultos. Ya pasaron los veinte. Pero si espío en mi memoria hacia el pasado obtengo sus imágenes de niños.
Ellos son esos chicos que pasaron su infancia y su adolescencia haciendo monedas en las esquinas céntricas con secador y rejilla en mano. Esos que decían serían ayudados. Esos que fueron cuestionados, desatendidos y hasta insultados. Ellos son los que uno podía ver como niños sin rumbo.
Muchos dicen que hoy en día ganan bien. Puede ser cierto. Me han contado que son los que proveen de cambio a los comerciantes de la zona. Puede ser cierto. Pero al parecer, nunca fue totalmente cierto el plan de contenerlos en un sistema de trabajo legal, incluyéndolos en distintas empresas; o el de educación y perfeccionamiento. Sin dudas, algunos quedaron afuera. ¿Ellos eligieron un camino? O será que todos los ayudamos a hacerlo.

sábado, 16 de mayo de 2009

Sentirse invisible

Me preguntaba si mi compra no ayudaría a pagarle el sueldo a alguna de esas chicas. Había entrado a un negocio de lencería y hurgaba entre los percheros como si estuviera en mi propia casa. Tal vez era la forma que tenían de hacerme sentir cómoda. Me paré a unos metros del mostrador y busqué la mirada de alguna de ellas. Nada. Mientras, dudaba. No sabía si seguir viendo modelos, interrumpirlas o ingresar al súper que estaba en el centro de compras.
Tuve tiempo para pensar en eso y en varias cosas más hasta que intenté hacerme visible con un “necesito”. Recibí un “ya te atienden”. Un rato después lo hicieron, otorgándome quince minutos en el probador, con intervalos de cinco para cada cambio de talle, mientras me asomaba a cada rato para ver si alguna respondía a mi “estás por ahí”. Obtuve lo que quería con sudor, ese que te genera tanto tiempo en un probador de uno por uno. Simplemente tenía que pagar y salir. Al fin y al cabo era la única clienta y no tendría nada que esperar.
Habían tres empleadas. Una me cobraría –supuse- la otra me pondría la ropa en una bolsa y la otra, nada. Sin embargo tuve que esperar, billete en mano, que terminaran de pelearse, debido a que ninguna de ellas estaba dispuesta a limpiar el baño. La escobilla y la lavandina eran mucho más poderosas en ese momento que mi presencia. Pagué malhumorada. Agarré la bolsa y salí pensando que había llegado en un mal momento.
Pero, dos días después, noté que necesitaba algunas cosas para pasar mejor el invierno. Entré a un negocio de la Peatonal Sarmiento y, de repente, la misma sensación de ser invisible. Otra vez la misma situación. Tres vendedoras, una clienta y nada. Volví a mirar en los percheros. Y nada. Esta vez, decidí salir sin pedir, sin esperar, sin probar, sin gastar. Sin nada.Pero volví a hacerme la pregunta inicial ¿mi compra no hubiera ayudado con el sueldo de estas chicas? La próxima vez, aprovecho y compro en alguna ciudad turística.

martes, 12 de mayo de 2009

Contá tu historia

¿Qué fue lo más increíble que hizo un hombre por vos o vos por él? Dejá tu comentario.

Sí, querida

Es real que algunos hombres consumen tantos productos cosméticos como las mujeres. El metro sexual lo cuenta abiertamente. Al más osado no le importa nada. El tímido puede decir que se lo recomendó la dermatóloga. Pero el típico macho argentino jamás, nunca, jamás, dirá que se hace las uñas o que utiliza la pinza de depilar de su mujer. Lo hace. Pero suele ser su secreto mejor guardado. No se lo cuenta ni a su perro. Nadie se entera. A menos... A menos que tenga una mujer como Andrea.
Cada vez que sus amigas iban a su casa de visita ella tenía algo para decir de su media naranja. El tipo se veía simplón. Tímido y muy masculino. De esos que dicen en voz alta "me voy a ver fútbol", cuando está empezando el aquelarre, rumbeando para la cocina, haciendo alarde con cerveza en mano.
Y si bien Andrea era de presentar quejas contra su marido y utilizaba palabras como aburrido, quedado o seco, afirmaba que Javi era el más macho de los machos argentinos. Y el tipo daba toda la impresión de serlo.
Hasta que en una de las reuniones, una de ellas dijo haberse sentido rara con la aparición de las primeras canas. Entonces, Andrea exclamó: “¡no nena. Eso es terrible. Es síntoma de vejez!”. Acto seguido, decidió contar uno de los secretos mejores guardados de la familia: “A éste (por su esposo) le hago teñir el pelo todas las semanas. Tiene la cabeza blanca. Ya le he dicho que onda viejo a mi lado no. Si quiere parecerse a Sofovich que haga las valijas y se las tome”.
Desde ese momento, sus amigas dejaron de ver a Javier como el macho más macho de la cuadra, para empezar a verlo como otro miembro del club de los sí querida.

domingo, 10 de mayo de 2009

Ellas, las más infieles

Hoy, en un noticiero porteño, hablaban sobre una encuesta realizada en Buenos Aires. Tema: la infidelidad. El resultado arrojaba que las mujeres son más infieles que los hombres. Más tarde, observé como el cronista salía a la calle a preguntarle a la gente qué opinaba al respecto, como si portara la bandera de somos los mejores.
Los hombres decían que finalmente se había hecho justicia –con la encuesta- ya que los pintaba realmente como son, fieles digamos. Y las mujeres afirmaban que en realidad ellos eran más infieles, pero generalmente “la hacían mejor y ellas no se enteraban”. Otras no se ruborizaban al contar que le habían sido infieles a sus maridos en varias oportunidades. Algunas parejas admitían haberse sido infieles mutuamente.
Y empecé a pensar en los casos sobre los que había escuchado. Recordé muchos. Uno incluso se había dado en la misma fiesta de bodas. El novio de juerga con los amigos en el salón. La novia con el amante en le baño.
Volví a tener la imagen de Marisa –de quién conté su historia algunas semanas atrás- y me pregunté por qué tantas mujeres saben que sus parejas tienen una amante casual o no, o un segundo hogar o casa chicha como se le dice en algunos países y así y todo hacen la vista gorda. ¿Inseguridad, comodidad, ventaja económica?
Todo es posible y nadie está exento. Pero es notable cuántas y diferentes reacciones existen frente al descubrimiento. Parálisis emocional y acá no ha pasado nada. Ojos que no ven corazón que no siente. Furia desenfrenada. Gritos, puteadas y a la calle.
He escuchado sobre mujeres que no dijeron nada al enterarse, pero cortaron por la mitad, con tijera bien filosa, todas las corbatas de su marido. Otras mancharon sus trajes con pomadas para zapatos. Otras aplicaron el ojo por ojo y diente por diente. Pero en la mayoría de los casos siguieron juntos. Somos raros los humanos. Y, encima, a nosotras las encuestas nos dan desfavorables. Pero pónganse las pilas muchachos, las preguntas se las hicieron sólo a 200. ¿No será poco? Y bueno...

sábado, 9 de mayo de 2009

Tinelli no, novelas no, Operación Triunfo menos...

Hay algo curioso a la hora de hablar de programas preferidos. Ellos dicen ver siempre noticieros, canales deportivos, películas de acción o CQC. Ellas, o mejor dicho muchas de nosotras, decimos no tener tiempo para ver televisión.
¡Pero no es cierto! Señoras y señores admítanlo. Todos vemos lo que decimos que no. Recuerdo que nos resultaba muy gracioso, cuando empezó a emitirse Gran Hermano en Argentina, llegar al trabajo y empezar a hablar del programa. Casi al unísono los compañeros saltaban diciendo “cómo podés ver esa grasada”, “son programas para imbéciles”. Seguíamos con la charla, diciendo cosas como “viste que fulana tal cosa, o que mengana tal otra” y no pasaban cinco minutos para que alguno de los muchachos se prendiera en el relato, con afirmaciones y detalles del ciclo.
Lo mismo sucede con las novelas, ellos no las ven y ellas, algunas no todas, no pueden admitir en presencia de sus amigas o colegas que se mueren si no ven un capítulo de “Mujeres de nadie”, o de “Herencia de amor”, o de la que fuera. Y menos aún si hablamos de los programas de chimentos o de Operación Triunfo.
Pero si ahondás un poquito en la charla, todas y todos conocen a los protagonistas, el horario de emisión, canal y hasta rating. Y si vez los artículos más leídos en los medios online, en la mayoría de los casos están relacionados con vedettes, chismes, cosas... digamos cosas... ¿grasas?
No es de hombres ver novelas. No es de mujeres cultas o chetas o bien ver ciertos programas. Vamos, admítanlo. Quién no espera la llegada de Susana Giménez como se esperó la de Marcelo Tinelli...
Hacé la prueba. Preguntá entre tus amigos y colegas y vas a ver que tarde o temprano, los que menos esperabas pisan el palito.

viernes, 8 de mayo de 2009

Prefiero la compu

Hace un par de días, en Duro de almorzar, programa que emite Canal 13, Agustina Vivero, conocida como Cumbio, la más famosa de los flogger, comentaba que se había dado el gusto de rechazar un ofrecimiento de un partido político para integrar una lista de candidatos para las elecciones legislativas.
Dijo que le había prometido a su padre no decir de qué partido se trataba. Pero habían resultado rápidos sin dudas. La chica convoca a miles de adolescentes, algunos cercanos a la mayoría de edad, no sólo por internet sino también en cada evento donde aparece.
Lo notorio fue que Cumbio, quien se hizo popular por recibir millones de visitas en su fotolog, hoy referente de innumerables futuros votantes, confesó no sólo que no le interesa la política, sino también qué no podía creer que a alguien se le ocurriera algo así, cuando ella aún no había cumplido los 18 años (al momento de recibir la propuesta) y más aún cuando ni siquiera sabía si estaba o no en condiciones de votar.
Buena respuesta la de la nueva famosa argentina... Argentina, país generoso.

Las niñas pobres no tienen sorpresas

Hoy me crucé con un señor que realiza distintos trabajos en las casas, pintura, plomería, techos, arreglos varios. Con un dejo de tristeza, pero ilusionado por el cumpleaños de su hija, me contaba: "Sabe señora que ando como loco buscando que alguien le lleve un desayuno a mi nena que cumple quince. Quiero sorprenderla desde temprano. Pero no consigo quién me lo haga". Le dije que habían muchas miniempresas que se dedicaban a eso. Incluso le ofrecí una revista barrial para que sacara algunos números telefónicos. Con una sonrisa en la cara me dijo: "se lo agradezco, pero ya llamé a todos".
¿Qué pasó, le dijeron que tenía que pedirlo con mucha anticipación?, mencioné. "No señora -respondió- cada una de esas mujeres que hacen los desayunos me dijo que no podían llevarlo, porque mi casa queda en un barrio peligroso. Zona roja vio, donde vivimos los de ingresos bajos".
Sin embargo, no iba a darse por vencido. Me dijo que creía haber encontrado la solución. Junto con un amigo, pasaría la tarde preparando el desayuno para despertar a su hija. Sin dudas, él le dará una historia para recordar.

Mujeres con historia: Frida Kahlo

Te invito a disfrutar una de las obras de la pintora mexicana, Frida Kahlo, nacida en Coyoacán, México (1907-1954). Aunque se movió en el ambiente de los grandes muralistas mexicanos de su tiempo y compartió sus ideales, Frida creó una pintura personal, ingenua y metafórica al mismo tiempo, derivada de su exaltada sensibilidad y de varios acontecimientos que marcaron su vida.
A los dieciocho años sufrió un gravísimo accidente que la llevó a una larga convalecencia, durante la cual aprendió a pintar, y que influyó con toda probabilidad en la formación del complejo mundo psicológico que se refleja en sus obras. Contrajo matrimonio con el muralista Diego Rivera, tuvo un aborto (1932) que afectó en lo más hondo su sensibilidad y le inspiró dos de sus obras más valoradas: Henry Ford Hospital y Frida y el aborto, cuya compleja simbología se conoce por las explicaciones de la propia pintora. También son muy apreciados sus autorretratos, así mismo de compleja interpretación: Autorretrato con monos, Las dos Fridas.
Cuando André Breton conoció la obra de Frida Kahlo dijo que era una surrealista espontánea y la invitó a exponer en Nueva York y París. Nunca se sintió cerca del surrealismo, y al final de sus días decidió que esa tendencia no se correspondía con su creación artística.
En su búsqueda de las raíces estéticas de México, realizó retratos de niños y obras inspiradas en la iconografía mexicana anterior a la conquista, pero son las telas que se centran en ella misma y en su azarosa vida las que la han convertido en una figura destacada de la pintura mexicana del siglo XX.

Eso no se mira, eso no se hace, eso no se toca...

Las que tengan niños pequeños, en esa edad en que todo lo quieren y lo que predomina es la frase “es mío, es mío” me van a entender. Tuve la brillante idea de salir de compras con mi nene. Y notarán que la palabra brillante es una ironía. Mientras trataba de elegir un regalo para una amiga, el crío se retorcía en mis brazos para que lo bajara. Obvio, estaba en el palacio del “quiero eso”. Pero yo, dispuesta a superar la barrera del nada es imposible, estaba convencida de que podría elegir algo, pagarlo y salir sin problemas del negocio.
Sabía que me estaba mintiendo en el fondo de un divague con poca profundidad. En menos de quince minutos, mi hijo toqueteo todo lo que pudo, corrió, gritó, saltó, etc, etc, etc. Había decidido que mientras no rompiera nada, no iban a afectarme las miradas de las vendedoras. Al fin y al cabo sólo se estaba comportando como un niño.
Pero el golpe en la nuca lo sentí segundos después. Otra mamá, con una nena cuya edad rondaría la del mío, dijo en voz alta cuando la gordita amagaba a tomar un juguete: “no, sabés que a mí no me gustan los niñitos mal educados. Vos me hacés caso y listo. Vos no sos como ese nene”. Con firmeza y dominio de la situación había ganado su batalla. La niñita le dio la manito y siguió caminando a su lado.
Ya no tan en el fondo, sino en mi mayor superficie, empecé a embroncarme conmigo misma, por haberme creído la superada. Entonces, deposité mi rabia con una mirada desbordada sobre “esa”, que podía arreglar todo con un simple chasquido de dedos.
Llegué hasta la cajera con el regalo, tironeando al indio salvaje que interpretaba mi hijo. Pagué y salí furiosa. Había logrado la compra, pero me sentía fracasada.
Dos cuadras más tarde, pasamos por al lado de la mamá y su nena. La chiquita lloraba a gritos. La madre gritaba desenfocada, anunciando “seguí así y te voy a pegar”.
Y pensé: a veces fallo. A veces soy tan niña como un niño. Pero estábamos volviendo a casa cantando la canción del Jacarandá de María Elena Walsh. Mi hijo siendo un niño y yo intentando que lo sea.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Mamá no soy un pollo

El 29 de abril se festejaba el Día del Animal en el jardín de mi hijo. Tenía que llevar un simple disfraz para compartir una fiesta con sus compañeritos. Nada elaborado. Unas orejas, una colita de conejo, sólo algo que identificara la ocasión. Alejada de las tareas escolares, pasé horas pensando qué le iba a hacer. Que un traje de pingüino con goma eva, que unas orejas de cartulina, que una cola de león con lanas, que una cosa y la otra. Daba vueltas y nada salía.
Dos días antes recorrí negocios buscando disfraces hechos. Llamé a las amigas. Presioné a la abuela para que algo inventara por mí. Corrí como loca y no hice nada. Hasta que me dijeron: “che, en tal lugar, venden cotillón, y hay cosas de papel crepe”. Lo dejé temprano. Caminé diez cuadras. Llegué al centro. Encontré un traje de pollo. Hermoso y barato.
Pero...siempre hay un pero. Había pasado una semana diciéndole a mi pequeño que ya no era un bebé. Que tenía que tomar en taza, no usar pañales, lavarse las manos, etc, etc. Horas y horas le comí la cabeza con “sos un nene, no sos un bebé. Sos un nene, no sos un bebé".
Cuando tuvo que ponerse el disfraz de pollo tan buscado por mí, su respuesta fue un rotundo no. Pues lo llevaremos al jardín y cuando vea a los otros chicos vestidos de animalitos lo va a usar, dije. Su respuesta volvió a ser no.
Habían bebés disfrazados de leopardos, tigres, conejos y sirenas. Hermosos todos. Pero mi codiciado pollo de crepe seguía en la bolsa de nylon. ¡Para qué corrí tanto! ¡En qué fallé! ¡Soy un desastre! pensé.
Cuando volvíamos a casa le pregunté por qué no quiso usarlo. Su respuesta fue más que sincera. “Mamá yo no soy un pollo ni un bebé. Soy un nene”. Estaba frente a mí, el resultado de mi persecución psicológica, que lo había incitado a transformarse en lo que yo quería. Un nene. Nada de bebés o pollos.

domingo, 3 de mayo de 2009

Frases dichas por mujeres

La página Web española “La mujer actual”, ha hecho una recopilación de frases dichas y hechas por mujeres. Te dejo algunas de ellas. El resto podés encontrarlas en http://www.webmujeractual.com/
1-Virginia Woolf: No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.
2- Madre Teresa de Calcuta: A veces, sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
3- Marilyn Monroe a Truman Capote: Los perros no me muerden. Sólo los seres humanos.
4- Agatha Christie: Cásate con un arqueólogo, cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará.
5- Gabriela Mistral: El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde.
6- Marlene Dietrich: A cualquier mujer le gustaría ser fiel. Lo difícil es hallar el hombre a quien serle fiel.
7- Ingrid Bergman: El beso es un delicioso truco que la naturaleza diseñó para interrumpir el habla cuando las palabras se hacen superfluas.

sábado, 2 de mayo de 2009

No soy Freud ni Dostoievski

Una mujer entró al blog. Luego, me mandó un mensaje manifestando su decepción. Esperaba encontrar un espacio de reflexión. Me dijo que se diferenciaba de mí porque ella pensaba. Y que yo hacía quedar a las mujeres como huecas. Incluso habló de discriminación de género. Me sugirió comprar más libros y menos zapatos.
Pensé entonces cuántas veces decepcioné en mis 40 años y cuántas me decepcionaron. Me perdí en la cuenta. Tal vez porque no soy más que una mujer común, de barrio. No me interesa filosofar, ni formarme en las filas de la intelectualidad. No quiero hacer reflexionar a nadie. Eso tiene que hacerlo cada una, por sí misma, sin blog de por medio. Siempre hay un momento adecuado para ello.
Como también hay un momento adecuado para librarte del qué dirán; para tener una vida que te plazca; para sacarte el traje de todopoderosa y decir no puedo, no sé, necesito, no tengo ganas.
He pasado y sigo pasando por esas etapas. Por lo cual, lo que aparece en esta página es parte de eso. Es lo que hay. No soy Freud ni Dostoievski.

viernes, 1 de mayo de 2009

Como la Cenicienta

Quizás ha pasado una década desde que cerraron el café Harley de la calle Colón, que ambas frecuentaban. Para ellas era algo así como el after hour actual.
Una noche estaba tan lleno que un conocido las invitó a compartir la mesa. No recuero si me dijeron su nombre. Si lo hicieron no lo retuve. Estaba con su novia. Era llamativa. Usaba un escote pronunciado. Demasiado. Su cuerpo estaba absolutamente ajustado por la ropa. Lo único suelto era su cabellera. Salvaje. Sin presencia de crema antifrizz.
Dicen que ella comenzó a halagarlas y a pedir demasiados detalles sobre la ropa, color y marca de esmaltes de uñas, tono de tintura y lápiz labial. No paró de preguntar y, lo que les resultaba peor aún, no dejó de hablar. Parecía obsesionada con la imagen.
Se excusó como una lady para retirarse unos minutos. Al fin le dejaba espacio al silencio. Pero éste nunca llegó. Las amigas empezaron a interrogar al conocido:
-¿De dónde la sacaste?
-¿Es linda, no?
-Sí. Pero un poco pesada con las pinturitas y la ropita...
-Admítanlo chiquitas, es hermosa.
-Sí, pero un poquito densa con sus preguntas.
-Es que a veces le cuesta conseguir cosas y elegir y todo eso... Especialmente con el tema de los zapatos.
-¡Con los zapatos. Hay cientos para elegir!
-Pero ella tiene un problemita con sus pies, pobrecita. Después fíjense.
Cuando caminaba de regreso hacia la mesa, las amigas morían por mirar hacia abajo. De reojo, trataron de distinguir el problema. Pero no pudieron ver más que la punta de sus zapatos. No podían quedarse con la intriga. Así fue que con un gesto cómplice, dejaron caer un encendedor al piso. Ambas se agacharon casi a la vez a recogerlo. Y ahí estaban. Negros, cerrados, taco ni grueso ni fino, talle 43 ó 44.
Sin dudas, era el travesti más distinguido que habían visto en su vida. Por suerte, para él, años más tarde una zapatería de la calle San Martín incorporó calzados femeninos hasta el 45.