martes, 12 de mayo de 2009

Sí, querida

Es real que algunos hombres consumen tantos productos cosméticos como las mujeres. El metro sexual lo cuenta abiertamente. Al más osado no le importa nada. El tímido puede decir que se lo recomendó la dermatóloga. Pero el típico macho argentino jamás, nunca, jamás, dirá que se hace las uñas o que utiliza la pinza de depilar de su mujer. Lo hace. Pero suele ser su secreto mejor guardado. No se lo cuenta ni a su perro. Nadie se entera. A menos... A menos que tenga una mujer como Andrea.
Cada vez que sus amigas iban a su casa de visita ella tenía algo para decir de su media naranja. El tipo se veía simplón. Tímido y muy masculino. De esos que dicen en voz alta "me voy a ver fútbol", cuando está empezando el aquelarre, rumbeando para la cocina, haciendo alarde con cerveza en mano.
Y si bien Andrea era de presentar quejas contra su marido y utilizaba palabras como aburrido, quedado o seco, afirmaba que Javi era el más macho de los machos argentinos. Y el tipo daba toda la impresión de serlo.
Hasta que en una de las reuniones, una de ellas dijo haberse sentido rara con la aparición de las primeras canas. Entonces, Andrea exclamó: “¡no nena. Eso es terrible. Es síntoma de vejez!”. Acto seguido, decidió contar uno de los secretos mejores guardados de la familia: “A éste (por su esposo) le hago teñir el pelo todas las semanas. Tiene la cabeza blanca. Ya le he dicho que onda viejo a mi lado no. Si quiere parecerse a Sofovich que haga las valijas y se las tome”.
Desde ese momento, sus amigas dejaron de ver a Javier como el macho más macho de la cuadra, para empezar a verlo como otro miembro del club de los sí querida.

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