
Sabía que me estaba mintiendo en el fondo de un divague con poca profundidad. En menos de quince minutos, mi hijo toqueteo todo lo que pudo, corrió, gritó, saltó, etc, etc, etc. Había decidido que mientras no rompiera nada, no iban a afectarme las miradas de las vendedoras. Al fin y al cabo sólo se estaba comportando como un niño.
Pero el golpe en la nuca lo sentí segundos después. Otra mamá, con una nena cuya edad rondaría la del mío, dijo en voz alta cuando la gordita amagaba a tomar un juguete: “no, sabés que a mí no me gustan los niñitos mal educados. Vos me hacés caso y listo. Vos no sos como ese nene”. Con firmeza y dominio de la situación había ganado su batalla. La niñita le dio la manito y siguió caminando a su lado.
Ya no tan en el fondo, sino en mi mayor superficie, empecé a embroncarme conmigo misma, por haberme creído la superada. Entonces, deposité mi rabia con una mirada desbordada sobre “esa”, que podía arreglar todo con un simple chasquido de dedos.
Llegué hasta la cajera con el regalo, tironeando al indio salvaje que interpretaba mi hijo. Pagué y salí furiosa. Había logrado la compra, pero me sentía fracasada.
Dos cuadras más tarde, pasamos por al lado de la mamá y su nena. La chiquita lloraba a gritos. La madre gritaba desenfocada, anunciando “seguí así y te voy a pegar”.
Y pensé: a veces fallo. A veces soy tan niña como un niño. Pero estábamos volviendo a casa cantando la canción del Jacarandá de María Elena Walsh. Mi hijo siendo un niño y yo intentando que lo sea.
3 comentarios:
Todas pasamos por eso pero siempre las otras creen que sus hijos son mejores que los nuestros ja,ja,ja
muy buena la nota, en essa situacion hubiese actiado igual que vos, cantando al final la cancion del jacaranda junto a mi hijo.
leer esto me hixo sentir más humana, pensé que solo yo no podia con estas cosas
Publicar un comentario