martes, 21 de julio de 2009

La metamorfosis

Cuando iban al colegio secundario, una de ellas lucía fantástica. Más de una vez había sido elegida reina de la primavera. Y, sin esconderlo, se sentía y se rotulaba linda. Como sucede, generalmente, tenía sus seguidoras. Eran las “más”. Las más llamativas, las más destacadas (aunque no utilizaran sus capacidades y dotes para serlo), las más buscadas.
Del otro lado, las menos. Las nunca escuchadas. Las siempre burladas. Las poco agraciadas.
Las primeras ahuyentaban a las segundas como moscas. Y las segundas juntaban coraje y, una que otra vez, resentimiento. Pero tenían algo que las otras no. Capacidad para desenvolverse, aptitudes, inquietudes y también sueños.
Así como se plantea la historia no está nada lejos de las novelas sustentadas en la división de lindas y feas o de divinas o populares o grasas, generadoras de picos de rating. Por supuesto, es una fórmula que no puede fallar, porque la trama es y ha sido, siempre, parte de la realidad.
En fin, volviendo al punto inicial. Esas chicas tan deseadas marcaron muchos sin sabores para aquellas que –según ellas- no merecían un espacio en su grupo. Hasta que un año, a pocos días de la primavera, la menos esperada comenzó a obtener votos para convertirse en la reina del curso. Algo estaba cambiando. Alguien comenzaba a asomar la cabeza, y no era precisamente ninguna del grupo de elite. ¿Qué estaba sucediendo? Algo simple. Estaban creciendo. En todo sentido. Física y psicológicamente. Estaban teniendo su revancha. La primera. Después vendrían otras.
Pasada la adolescencia, nadie meditaría sobre hechos puntuales. Pero sí recordarían las diferencias. Y fue así que veinte o más años después, podía verse, todas las mañanas, a una señora desaliñada, entrada en canas, con quién sabe qué peso sobre sus hombros, además de unos kilitos de más, barriendo una vereda. La vereda de enfrente. El tiempo se había apoderado de su belleza y la había colocado del lado opuesto. Lo que nunca se supo fue si también había puesto junto a ella la capacidad para sobrevivir en el mundo de las feas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una se da cuenta de estas cosas en las reuniones de egresados. Aunque no es un tema par tomarlo en broma, a veces da un poquito de gracia...