viernes, 9 de octubre de 2009

La gerbera invadiendo el gris

Desde lejos podía vérselo. Traje gris. Antejos. Maletín en mano. Caminaba acelerado, arrojando palabras a borbotones al igual que el otro hombre que iba a su lado, al mismo ritmo y con una imagen similar.
Pero, también, desde lejos, podía notare algo que los diferenciaba, él llevaba una flor -envuelta en celofán- en su mano izquierda, casi inmóvil, como si temiera deshojarla.
El rojo fuerte de los pétalos invadía la monotonía de los atuendos. Era como si la gerbera hubiera escapado de una selva tropical, para meterse en el bloque citadino persiguiendo ser cómplice de algún destino.
Ese medio día caluroso la “margarita gigante” se estaba acercando a alguien. ¿Quién sería? ¿Por qué la recibiría? ¿Una ocasión especial? ¿Un detalle? ¿Iría en busca de un te quiero, un simple gracias o un perdón? Sólo ellos lo sabían. Sin embargo, algo quedaba claro: había sido elegida para formar parte de una historia, que quedaba a la vista de todos sin profundidad, sin relatos, sin espías. Sólo permitía imaginar que detrás de la imagen había una mujer.
Ya a solas, él entró a un edificio. Abrió la puerta del departamento y dejó el maletín apoyado en un sillón. Fue a la cocina y puso a la gerbera sobre la mesa. Sacó la comida congelada. Le dio un golpe de microondas y se sentó a almorzar. El, la flor y el Zonda intruso colándose por la juntas de las ventanas. Quién sabe dónde quedó "ella".

1 comentario:

fher dijo...

Yo tampoco sé por dónde andará ella. Me has tocado de cerca con este relato. Muu Bello.

Besos