viernes, 9 de octubre de 2009

El celular, las carteras, el correo y la trampa

Muchos pueden tener la tentación. Pensarlo dos veces y echarse atrás. Rodrigo no pudo. Sospechaba todo el tiempo de Valeria. Especialmente cuando escuchaba las anécdotas de algunas chicas de la oficina. Se sentía perturbado cada vez que alguien decía: “viste, si son todas iguales, la que no corre vuela”.
Comenzó a fijarse en los horarios de su mujer. Trató de estar atento a sus salidas o encuentros con clientas y amigas. Si se arreglaba más de lo normal le hacía cientos de preguntas u ofrecimientos diversos con la intención de que pasara más tiempo en casa.
“Ella puede ser tan o más astuta que mis compañeras”, había pensado en voz alta, mientras tomaba una cerveza con sus colegas después del trabajo, ritual que no dejaría de lado por más preocupado que estuviera. “Tenés que ser más rápido. Busca datos donde podés y donde no; y mirá todo, lo que se puede y lo que no”.
Así empezó a saciar sus tentaciones. Primero fue el celular. Esperó que Valeria se durmiera y revisó mensajes, llamadas (echas y recibidas) y directorio telefónico. Nada. Sólo trabajo y cosas de mujeres. Decidió insistir. Era el turno de los bolsillos. Esperaba que ella hubiera dejado algo olvidado. Nada. Ni en las carteras. Ni en las camperas. Ni en los jeans. Otra vez, nada.
Pasó decenas de veces junto a la computadora. Intentó sentarse para abrir su casilla de correo. Sería fácil –pensó- porque su esposa era muy predecible a la hora de poner claves. Avergonzado de sus tontas ideas decidió darse un descanso.
Pero los amigos insistían: “No seas tonto. Seguí buscando”. Resolvió que lo mejor sería despejarse y sacarse los fantasmas de la cabeza. O que tal vez debería hablar con ella. Si algo le ocultaba quedaría al descubierto. Y si no, lo entendería; simplemente porque lo amaba.
Pero antes de cerrar sesión, hundió sus dedos en el teclado e intentó con varias palabras. Hasta que acertó. “Bandeja de entrada: (Asunto) Rv: MI MARIDO”. Abrió el mail sin dudarlo y leyó: “Sí, soy más astuta que vos y todas tus compañeras. Ojalá estés leyendo con atención. Ya es hora de terminar con esta tontería. Te he dejado ver todo lo que podías y lo que no. Espero que la próxima vez que estés lleno de fantasías, agobiado e inseguro, recuerdes verificar que has cortado bien tu celular mientras me sacás el cuero con tus amigos. Nos vemos. Vale”.
Rodrigo cerró la sesión. Aflojó el nudo de su corbata. Olvidó la cerveza after office. Llegó a su casa temprano. Y cambió de tema.
Valeria, cambió su clave.

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