
Había que hacer una escarapela, con los materiales que tuviéramos en casa. Esto era mucho más simple que el disfraz del día del animal. Pero había que ponerle onda. Y pensé: una vez más será el trabajo de madre, porque el hijo se aburrirá rápido y preferirá cavar en el jardín o ver Hi-5 o Pinky Dinky Doo.
En parte, estaba en lo cierto. Pero nada fue más placentero que escuchar a mi pequeño decir “lo estamos haciendo muy bien mamá” y verlo, después, entregar orgulloso el trabajo a su “seño”, aunque no entendiera muy bien qué significaban esos círculos celestes y blancos.
No había registrado el día de la Escarapela. A partir de ahora, será otro mi recuerdo.
1 comentario:
al menos a usted le sirvió en lo afectivo, porque quién puede recordar los símbolos patrios o respetarlos cuando tenemos gobernantes que se no nos respetan ni nos recuerdan. De qué sirve llenar la capital mendocina de celeste y blanco cuando hacen con nostros lo que quieren.
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