martes, 28 de abril de 2009

Qué ves, qué ves cuando me ves...

Marisol, tenía problemas de peso. Algunos kilitos de más. No muchos. Pero el día que subió a la calesita con su hijita, el tipo que la hacía funcionar le dijo: “¡Señora, bájese. No ve que la va a romper! Ella lo contaba con tanta naturalidad. Era admirable. Cuántas veces una no es capaz de aceptarse tal cual es. Cientos. Miles.
Siempre fui muy delgada. Y lidié con sensaciones encontradas. Tal vez algo similar a lo que sienten las chicas obesas. Mientras algunas mujeres decían, sin reparo, envidiar mi aspecto, ya que podía comer –y aún puedo, siempre que el colesterol me lo permita- lo que se me antojara. Otras se esmeraban en ponerme a cada rato frente a un espejo imaginario que me hacía sentir incómoda. “Que flaca que estás”. “Mirá esos bracitos”. “Estás enferma”. No había forma de hacerles entender –o quizás no querían- que mi delgadez era genética. Que no podía ser de otra forma. Que todos mis glóbulos estaban perfectos y que la sangre corría por mis venas.
Nunca voy a olvidar cuando un jefe, de esos que se creen cancheros porque se juntan con los más jóvenes, echó a correr el chisme de que yo era anoréxica. Estuvieron mirándome con cara rara como dos semanas. Como si la delgadez se contagiara. Como si la diferencia que yo reflejaba no los dejara dormir. Y si hubiera estado enferma, ¿qué? iban ellos/as a curarme.
En verdad, no estaba enferma. Era flaca. Sólo eso. ¡Ellos/as me enfermaban!.
Como cuando no quería ir más a la escuela, porque ese compañerito de la primaria, Sergio, me regaló un palillo con una bolita de plastilina oficiando de cabeza y un triángulo de papel glasé simulando una pollera, en el juego del amigo invisible. Cómo dolió eso. Más que lo de la anorexia inventada.
O como cuando lloré de bronca, porque Feli me dijo delante de todos mis compañeros “arco iris, porque no tiene …(perdón no puedo ser tan grosera)” .
Pero, el tiempo curó las heridas. Todo cambió. Crecimos. Al menos yo lo hice. Lo que muestra el espejo es lo que soy por fuera. Sigo siendo flaca.
Y como dice la señora Mirtha Legrand: no soy rencorosa, pero sí memoriosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuánto la entiendo, yo pasé por lo mismo pero sí tengo anorexia y lucho día a día con eso.