jueves, 23 de abril de 2009

Una de madres

Cuando era niña, me fisuré un brazo y tuvieron que ponerme un yeso. La maestra de segundo grado nos había pedido que hiciéramos un dibujo. Como me costaba pintar, cuando llegué al colegio no había terminado mi tarea. Entonces, mi madre y yo nos fuimos a un patio trasero, y ella empezó a pintar con mucha ansiedad.
En el medio de la acción, apareció la maestra. Sentí mucha vergüenza por la situación: ¡mi mamá estaba haciendo lo que yo debía! y ni siquiera se lo había pedido. Durante muchos, pero muchos años me sentí una embustera. Nunca le dije nada a mamá, pero en el fondo sentía que ella me había llevado a hacer algo que no me perdonaría nunca, como evadir mis responsabilidades. Una niña de 7 años pensando en responsabilidades. Qué horrible personalidad estaba formando. Hoy en día, no sólo entiendo a mi madre por su impulso, además me identifico con ella. Porque hoy soy yo la que tiene que controlarse cuando tiene que hacer una tarea compartida con su hijo. Soy la que tiene que controlarse cada vez que quiero que lo que hacemos sea perfecto.
El tema no es la perfección, es lograrlo juntos.

No hay comentarios: