miércoles, 30 de diciembre de 2009

Extrañas creencias

Su marido siempre le dijo que las personas supersticiosas son ignorantes e incultas. Por eso, le daba un poco de pudor admitir cierto temor ante determinados hechos.
Consciente de ello, sintió escalosfríos al ver cómo una mujer, sentada en el cordón de la vereda en medio de la noche, acariciaba un gato negro. No podía evitarlo; y creía tener una razón.
Dos días antes, el animal había aparecido en la puerta de su casa. Había saltado la reja e intentado trepar por sus piernas, seguramente en busca de arrumacos. Su resistencia había sido notoria, a tal punto que había generado risa en los transeúntes.
Dando saltos, como si estuviera pisando brasas, había alzado a su hijo, e impedido por todos los medios que el minino los alcanzara. Después de una decena de contorsiones, había logrado entrar a su casa.
Abrió la ventana para curiosear y sintió como las patas delanteras del gato golpeaban contra el vidrio. Entonces, puso a su perro en el lugar como si se tratara de un custodio contra el mal. Al menos así evitaría tener a "ese bicho" cerca o lo que creía peor aún, dentro de su hogar.
Recordó las palabras de su marido y se sintió ridícula, y hasta ignorante e inculta. Sacudió la cabeza como queriendo ahuyentar los pensamientos y se propuso olvidar lo sucedido. Pero, una hora más tarde llegaba una intimación de pago por una boleta olvidada en un cajón. Luego, una botella de agua se desparramaba dentro de la heladera, mojando absolutamente todo. Las lamparitas de la casa se quemaban en un santiamén; su amiga se quedaba sin trabajo; la plancha hacía chispas y tiraba humo, y la línea telefónica quedaba muerta.
No podía creerlo. La mala suerte la acechaba. Entonces volvió a pensar en el gato y una vez más se sintió ridícula, ignorante e inculta.

1 comentario:

Katy dijo...

Muy bien contado el lado supersticioso de las personas. Ameno y hasta con un poco de intriga. Yo no soy supersticiosa. Cuandos estas cosas ocurren creo que son meras coincidencias. Aunque confieso que los gatos no me gustan demasiado, y los negros menos, pero de eso a lo otro :-)
Un abrazo Gabriela