viernes, 4 de diciembre de 2009

Señora de Blanco

El apellido que portaba parecía conjugarse con el color del vestido que eligió para su casamiento. No había llegado al altar joven y tampoco con su primera pareja. Pero sí como quería. Cumpliendo su sueño de niña, había entrado a la Iglesia radiante.
Varios años después de su boda opulenta, alguien la reconoció en un consultorio médico. Una vieja conocida. Hablaron de sus éxitos en una feroz competencia y criticaron a otras mujeres con énfasis, derrochando gestos que empezaban por sus caras y continuaban por sus manos, casi invisibles detrás del brillo de varios anillos.
Hasta que la voz de la secretaria interrumpió la charla con un: “Señora de Blanco”.
La vieja conocida, que ya había entrado en confianza, le dijo:
-¿Pero cómo, no te separaste de Blanco hace años?
-Sí.
-¿Y seguís usando su apellido?
-Claro. Me costó mucho conseguirlo como para dejar de hacerlo.

2 comentarios:

fher dijo...

Jajaja... tenés una forma maravillosa de reflejar a las mujeres, con cierto humor entre tanto patetismo.
Sos genial!!

Besos

Anónimo dijo...

ESTE RELATO ESTÁ MUY BUENO!!!!(YO, LA ANONIMA PELEADORA)