viernes, 16 de abril de 2010

Entre los plátanos y la salsa picante

Cuando Elger bajó del avión sólo pensó en distribuir bien su tiempo. Ya llevaba media hora de retraso y eso era demasiado para un hombre de negocios. El vuelo había sido largo y tal vez lo sería la reunión que tendría luego de alojarse en su hotel. Al medio día lo recibirían con una comida típica en la casa de Emma -a quien no veía desde que dejó su país para seguir a su esposo- y luego, durante la tarde, emprendería su viaje hacia otra ciudad.
Emma, una mujer excesivamente entusiasta, había logrado conmocionar su casa ante la llegada de su primo. Sabiendo que sólo tendría algunas horas para verlo, presentarle a sus hijos y ponerse al día con las historias familiares, se levantó temprano, entró a la cocina como un relámpago, dejando atrás el golpeteo de la puerta de vaivén, al grito de: “Cloide, Cloide, rápido. No hay demasiado tiempo”.

Cloide hubiera preferido recorrer el mercado como solía hacerlo cada mañana, parándose en cada puesto hasta encontrar los mejores aromas. Los mejores colores. Los mejores sabores. Pero ya lo había dicho “su señora”, como ella la llamaba, “no hay demasiado tiempo”. Tomó los plátanos más grandes y maduros, imaginando el olor que soltarían al echarlos en el aceite hirviendo.

En la cocina la esperaban la carne de cerdo, las papas y su patrona, que antes de enviarla al mercado le había repetido un centenar de veces que no olvidara el ramito de quirquiña fresca, el locoto y el tomate para preparar la llahua. El primo Elger no podía irse sin probarla.

Antes de las doce la mesa estaba vestida. Los niños, husmeando por la ventana. Y Emma recibía a su invitado como si se tratase de alguien perteneciente a la realeza.

Cuando Cloide entró al comedor, para servir la comida, tenía puesto un uniforme azul oscuro con vistas blancas y había trenzado su pelo negro con una prolijidad meticulosa...

En ese momento, el rostro alemán de Elger parecía enrojecerse por el efecto de la salsa picante. Pero aún no la había probado. Emma buscó su mirada sin lograrlo; volteó tratando de encontrar la de su criada y al verla recordó las veces que le había dicho: “Algún día llegará tu caballero. Ni te preocupes por esperarlo. Sólo abrirás los ojos y allí estará”.

Elger trató de disimular su agitación mientras Cloide se escabullía por la puerta que parecía no parar de ir y venir. Ya en la cocina, se restregó las manos en el delantal; sintió que su sangre hervía tanto como el aceite donde había cocinado los plátanos y que la recorría ardiendo tal como solía hacerlo la llahua al atravesar su garganta. Nerviosa agarró la fuente que la llevaría nuevamente hacia su destino, pero en un segundo Emma se la arrancó de las manos. Cloide, se quejó…

-Deje patroncita yo la llevo.

-Ya no es necesario Cloide. Ya has abierto tus ojos… y allí está.


(Cloide dejó su Santa Cruz de la Sierra natal para mudarse a Hamburgo con Elger en 1984. Emma le sigue enviando los ingredientes para la Llahua)

14 comentarios:

Katy dijo...

Me ha encantado como siempre tu relato Gabriel, no se sie s ficticio pero parae real. Me has traido el recuerdo de los plátanos más y el olor que sueltan al echarlos en el aceite hirviendo. Hace tanto tiempo que parece que fue ahora.
Besos

Mercedes Pinto dijo...

Es una historia de amor preciosa. Quién se lo iba a decir a la muchacha, que su galán sería un invitado alemán de su señora.
Buena historia y bien escrita.
Un abrazo.

fher dijo...

Hermosa historia!!! Me trajiste a la memoria los relatos de Ángeles Mastretta (seguro la conocés).
Y además me hiciste recordar un pequeño diálogo de un relato de Ismael Serrano llamado "La dulce Carola" (relato en el que se basó la peli "El hombre que corría tras el viento"):
El dice: -¿Crees en los amores a primera vista?
Ella responde: -¿Acaso existen otros?

Besos

Historias de Mujeres dijo...

Katy, yo siempre tengo el recuerdo de los plátanos y su olor. Hay cosas que una nunca olvida.
Un saludo grande y feliz finde.
GM

Historias de Mujeres dijo...

Mercedes: una vez más gracias por pasar y me alegra que te guste la historia. Seguro le ha traido muchos recuerdos a mucha gente.
Saludos
GM

Historias de Mujeres dijo...

Fher: la verdad es que de Serrano no conozco mucho, a pesar de que una amiga insistía con hacerme fanática de él. Pero sí he leído a Mastretta. Ahora no sé qué pensar, porque si te los estoy recordando puedo estar perdiendo mi originalidad :)
Saludos y te sigo en la liturgia.
GM

Anónimo dijo...

Hola Gabriela!! Me encartó. Me recordó "Como agua para chocolate".
Es un relato con ternura, sabores, aromas, me gustó mucho.
Feliz fin de semana!!
Besosssssss

Historias de Mujeres dijo...

Gabriela, gracias. Me alegro que te guste. Son recuerdos de tiempos lejanos.
Feliz finde para vos tambièn!
GM

Anónimo dijo...

Gabriela hoy nos has dejado una historia maravillosa. Has logrado llevarme a un espacio lleno de vida.
Gra.

Abuela Ciber dijo...

Realmente hermoso!!!

Calma el alma con regocijo.

Cariños

José María Alloza dijo...

Sin duda incurable romántico, me gustan las historias con Happy End ….
Un abrazo

Historias de Mujeres dijo...

Amadeus: muchas gracias por pasar y por tu comentario.
GM

Walden dijo...

Preciosa historia, llena de aromas y de ternura. Me ha gustado mucho, mucho.
Un beso Gabriela.

Historias de Mujeres dijo...

Walden muchas gracias. Me encanta que te haya gustado mucho, mucho.
Gabriela.