
Sin embargo, Doña Marta, del 4 E, ya los había detectado. Tenía su oído tan atento y pendiente que era capaz de seguir sus pasos sólo con mirar el techo de su casa. Sabía cuándo llegaban; cuándo abrían las puertas del balcón, la heladera y los armarios. O a qué hora tomaban una ducha o encendían el televisor; y si prestaba un poco más de atención, hasta podía saber en qué canal detenían el control remoto.
Pero algo le faltaba para saciar su espíritu curioso: conocerles las caras. O al menos tenerlas frente a la suya, ya que había podido verlos desde lejos asomándose por la escalera cuando salían. Entonces ideó planes. Hablaba con el portero más de la cuenta para verlos entrar o salir. Se ofrecía a dejarles el diario en la entrada y ayudaba a retirar la basura del gabinete destinado para ponerla. Incluso, llegó a ponerse en puntas de pie para espiar por la mirilla de afuera hacia adentro. Pero no tuvo suerte.
Una noche, mientras sentía las risas de la pareja, tuvo un impulso. Subió por la escalera. Puso su oreja contra la puerta del 5 E. Luego, se enderezó y comenzó a golpear. El corazón de Marta se detuvo cuando la mujer abrió. Tenía que poner en marcha un plan B. Tener una excusa. Dijo lo primero que se le ocurrió.
“Disculpe señora, soy la vecina del departamento de abajo y tengo un problema. Algo debe estar mal en su baño, porque el mío se está inundando”. La mujer le pidió que esperara y fue a revisar. Segundos más tarde le explicaba que nada estaba mal. No había ningún tipo de pérdida.
Marta ya estaba entusiasmada, le había visto la cara e incluso había podido ver un poco hacia adentro. Pero le faltaba verlo a él. Entonces insistió. “Mire señora, tengo la casa llena de agua y no me voy hasta que no me deje ver si todo esta bien”.
Ahí entró en escena el personaje que faltaba. Victoriosa, Marta, tenía en frente a la pareja del 5 E, que hartos de su insistencia permitieron que pasara. Obviamente no había nada que le permitiera seguir con su mentira.
Después de unos minutos Doña Marta volvió a su casa más que eufórica y excitada. Derramando adrenalina. Temblorosa. Feliz. Había logrado su objetivo y más. Mucho más. Les había visto las caras, sus cosas, sus muebles, el baño. A partir de ese momento su mente recorrería caminos insospechados. Tenía todo el set para imaginar, crear y distorsionar historias.