sábado, 29 de enero de 2011

De regreso

"Yo soy lo que soy, no tengo que dar excusas por eso. A nadie hago mal, el sol sale igual para mí y para ellos". A punto de cumplir 42 he hecho de esta frase algo especial. Ya no me importa lo que no me tiene que importar y no tengo idea de lo que vendrá. Pero sí de lo que quiero.
A punto de cumplir 42 he asumido que no puedo hacer más para combatir la celulitis que lo que ya hago. Que si me esfuerzo una hora por día -o cada dos días- en un gimnasio es porque quiero vivir una vida más placentera junto a los seres que amo. Que si no fumo es porque me propuse una meta y fui fuerte para cumplirla. Que sí puedo sentirme rara cuando alguien me critica por pensar distinto, pero eso no me hace cambiar mis ideales.
A punto de cumplir 42 años estoy desempleada. Y a veces pienso en volver al ruedo de inmediato, antes de que la década se esfume. Otras me refugio en los placeres de ama de casa que desespera por querer abarcar todo de una sola vez.
A veces me siento grande para conservar la paciencia y a veces muy niña para permitirme perderla con facilidad.
A punto de cumplir 42 años me doy el gusto de amar y ser amada, bailar, reír, cantar, gritar, llorar. Leer y ser leída. Analizar y ser analizada. Me he permitido detestarme y quererme. Pero nunca he querido operarme nada. Ni la nariz, ni las lolas, ni los pliegues de la panza que aparecieron por un tiempo después del parto.
A punto de cumplir 42 años no temo decir que soy gruñona, que muchas veces meto la nariz donde no debo, que me pongo a la par de una adolescente para discutir lo indiscutible, que veo Gran Hermano cuando se me antoja, que el cine iraní no es mi fuerte y que puedo analizar el conflicto político y social actual mientras miro de reojo los programas de chimentos.
A punto de cumplir mis 42 años le hice caso a la frase "paren el mundo que me quiero bajar". Fui yo quien lo detuvo. Busqué cada uno de sus rincones para observarlo y observarme en él. Y sin todas las respuestas volví a subirme.
Tengo una sola vida. Un hijo. Un hombre que me ama. Una familia que siempre está. Una perra que me da más de lo que una puede imaginar. También tengo preocupaciones y problemas. Pero también dos manos, dos brazos, dos piernas. Y la infinita capacidad para dar gracias a la vida.
A punto de cumplir mis 42 años asumo que "yo soy lo que soy, no tengo que dar excusas por eso". Que ya no importa para quién soy inteligente y para quién no. Que escribo porque me gusta y no dejaré de hacerlo porque a alguien no le guste. Que todo lo que muestro es lo que hay y lo que dejaré para siempre. Y que tal vez este es el momento de volver a empezar las historias.

4 comentarios:

Katy dijo...

Mi querida Gabriela esto que escribes es una experiencia universal que se llama "Madurez"
Efectivamente cuanto entras en este camino ya es imparable sentir lo que sientes. Lo que importa es conservar la coherencia contigo misma y con los que te rodean, que han de quererte y aceptarte como eres.A punto de cumplir los 42 te felicito de corazón por estas declaraciones de principio.
Un beso

Historias de mujeres dijo...

Katy gracias por estar siempre presente.
GM

Mercedes Pinto dijo...

Pues déjame decirte, querida Gabriela, que a tus 42 años eres una mujer estupenda, con tus virtudes y defectos, pero estupenda, porque te has adaptado al momento y el lugar que te ha tocado.
Yo tengo 49 y suscribo lo que tú dices, sólo que tengo dos hijos más que tú y tres nietos.
Un abrazo.

Gabriela Moreno dijo...

Mercedes muchas gracias por tus palabras. Un gran saludo desde aquí.
GM