Hoy escuché una historia. De esas que nos pueden pasar a todas. Con las que nos podemos sentir identificadas o no. También tuve recuerdos y vivencias. Y, simplemente, decidí contártelas.
jueves, 1 de diciembre de 2011
Hacia la libertad
Rutinaria al extremo, no había notado cuántas cosas ya estaban fuera de su mundo, como si su otro yo las hubiese arrojado hacia la nada sin pedir permiso. Y mientras eso sucedía llegó la tormenta que había ignorado.
Las gotas eran tan pesadas que no hubo paraguas que pudiera detenerlas. Y ella ya estaba afuera, en medio de la nada. Justo frente a la libertad sin techo.
martes, 22 de noviembre de 2011
No es el día perfecto.....
martes, 11 de octubre de 2011
Tras las nubes

De nada servía preguntarse qué hubiera pasado si 25 años atrás hubiera abandonado el barco. Tomó una decisión y se echó a andar. Y anduvo tras largos faldones de seda, en cuanto baile de familia bien se presentara. Cargó la escopeta y apuntó a la nada. Sólo descubrió nubes. Una de ellas era tan esponjosa como el cabello de Elina y tan blanca como su piel. Furioso decidió dispararle. Pero tratar de deshacerla era tan inútil como preguntarse qué hubiera pasado si no abordaba el navío.
Elina ya no tiene el cabello esponjoso. Tampoco la piel suave. Sólo se mece mirando el cielo, imaginando que las nubes son las velas de la embarcación que lo trae de vuelta.
miércoles, 20 de julio de 2011
Felicidades
viernes, 1 de julio de 2011
La hora indicada

jueves, 23 de junio de 2011
La escondida
Dónde podría haberse ocultado durante una noche tan fría. El departamento de su hermana podría haber sido perfecto. Estaba de viaje y sabía que nadie notaría la ausencia de la copia de llaves que guardaba su madre. Adriana no era capaz de encender un electrodoméstico que tuviera más de una luz indicadora, por lo tanto nunca hubiera tenido una computadora. Sí, el departamento de Adriana era el lugar perfecto para que la mente infantil y el cuerpo adulto de Morena se escondieran.
Ni un sólo mensaje. Ni una sola ironía. Ni un indicio de abulia cibernética. Ni una señal para sus amigos. Menos para sus seguidores. Quizás se escabulló entre las sábanas y se cubrió tanto, harta ya de teclear, que nadie pudo notarla en su propia habitación. Porque no estaba en la sala de ensayos. Ni en el bar. Ni el local de comida chatarra.
Nadie la vio durante esa noche tan fría. ¿Dónde podría haberse ocultado? Detrás de un seudónimo.
sábado, 14 de mayo de 2011
Pertenecer
domingo, 30 de enero de 2011
Años más, años menos. Confesiones cuarentonas
