sábado, 6 de febrero de 2010

Madres desesperadas

Mientras la niña trataba de colgarse de su falda, ella -con sus ojos opacos detrás de las ojeras- sostenía al bebé con su brazo izquierdo, haciendo malabares para llevarse el cigarrillo a la boca, entre el llanto, el pataleo y la angustia del pequeño, que parecían ir y venir al compás del humo que le rodeaba la cara.
La insistencia de la nena por aferrarse a su mamá era tan potente como el movimiento descoordinado de sus pies por alcanzarla. Quizás hubiera podido tomarle la mano derecha, pero una botella de cerveza había ocupado su espacio.
El cordón de la vereda los recibía tan inerte como la mente de la joven madre. Apenas había pasado el mediodía, cuando se sintió el sonido de la espuma chorreando a través del pico del envase de vidrio oscuro.
Las miradas no tardaron en llegar. Pero se fugaron tan rápido como pudieron. No se escuchó ni un susurro. Todo quedó inmóvil. Hasta que el rostro de la pequeña se cruzó con los pensamientos de las mujeres que recogían a sus hijos del jardín maternal que, a menos de un metro de distancia, la mostraban diferente.
Sin sacar la vista de la brasa y sin hacer caso a las lágrimas del pequeño, la joven arrojó el cigarrillo hacia la calle, al mismo tiempo que el hambre rugía traspasando las pancitas de sus hijos. De a poco, la escena se transformaba en una postal de ciudad que allí quedaría, junto a una acequia sucia y seca.
Y mientras esa imagen desgarradora y cruel se desdibujaba ante la gente, a pocos kilómetros, otra mujer llamaba a su médico anunciando las contracciones, ansiosa, desesperada, sabiendo que en pocas horas estaría acariciando al ser deseado.

4 comentarios:

Katy dijo...

Muy triste tu relato de hoy pero no por ello desgraciadamente irreal. Ojalá y solo fuera invención de tu mente.
Me ha gustado tu forma de contarlo. Besos

Pluma Roja dijo...

Un relato real en la avida. ¿Cuantos casos así no hay? Y la indiferencia que a la par está naciendo un nuevo ser humano, cuyo destino se desconoce. Un relato bastante humano. Me gustó bastante.

Saludos cordiales,

Walden dijo...

Vaya postal. ¿Lo viste así? A veces tengo la sensación de que hay unos ciudadanos que son como fantasmas: los vemos, los oímos, pero hacemos como que no existen. Parecen algo lejano. Es como una especie de escudo protector, un mecanismo de abstracción, que crea un muro invisible pero cruel.
Un saludo, Gabriela.

Historias de Mujeres dijo...

Katy, Pluma y Walden: la verdad es que no sólo he visto esta escena, sino que también me ha partido el alma. Desafortunadamente, no siempre podemos hacer algo para cambiar la postal.
Gracias por pasar siempre por aquí.
Saludos.
GM