martes, 22 de noviembre de 2011

No es el día perfecto.....

Quejándome por el día que venía atravesando, de pronto leo en Twitter a una conocida diciendo: "viste cuando tenés un día de mierda. Bueno, eso". Fue suficiente para sumarme a velocidad de la luz con un "somos dos". En ese momento, (no digo que mi vida haya cambiado) me sentí menos presionada por un niño gritando "quiero palomitas, quiero palomitas, quiero palomitas", un perro acarreando juguetes por toda la casa, un teléfono que no funcionaba por tener el cable roto y otro por falta de luz; y la impotencia de que en el teatro de la esquina las luces brotaban cual catarata para el actito de fin de año de algún jardincito. Eso sí, en casa los lácteos perdiendo la cadena de frío. Y el niño, que cansado de pedir por las palomitas, daba vueltas sobre un colchón cual gimnasta ruso, comenzaba a llorar al cabo de dos segundos luego de haberse golpeado la cabeza contra la pared.
El pip, pip, de la alarma hogareña rompiendo la sensación de silencio, que había generado la falta de electricidad; y el lavarropas, sin girar, lleno de prendas de color que en breve comenzarían a desteñirse, no podían ser más irritantes que la voz de la vendedora de servicios de telefonía celular que insistía en venderme aparato nuevo. ¿Para qué quiero aparato nuevo? Si con lo que tengo me alcanza y sobra.
Pensé en la pila de letras acumuladas que tenía para volcar en un texto y que no saldrían ni porque les dijera que ganarían el Pulitzer, en el trabajo que me habían ofrecido a cambio de un canje después de 20 años de carrera y en la pila de cuentas que no se convertirían en cheques, mientras recordaba a esa que por las mañanas, mientras salís como loca para no llegar tarde a la escuela, te mira de reojo con risita socarrona pensando "ama de casa". Y entre más me imaginaba a las hiper defensoras del yo no cocino, no lavo, no plancho, notaba que del otro lado del ciberespacio, a miles de kilómetros había otras que como yo decían "viste cuando tenés un día de mierda". Y me sentí mejor.
"Quiero palomitas, quiero palomitas" giré la cabeza hacia el patio y ahí estaban las palomitas de verdad comiéndose mis rúculas, mis caseras y sabrosas rúculas.
En ese momento, las voces salieron de la radio. Volvió la luz. Y las noticias. “Viste cuando tenés un día de mierda”.